La emblemática masía de la finca del Carrascal de Anselmo, un lugar muy conocido por vecinos y vecinas de la localidad, está inmersa en una disputa urbanística que podría afectar su supervivencia.
La finca, catalogada de especial protección, data de 1800, tiene 57 hectáreas, linda al norte con el término municipal de Xixona y fue adquirida hace unos cuatro años por el ibense Jesús Moltó, “porque soy un enamorado de esta zona desde que era pequeño”, explica.
El inmueble ha tenido varios propietarios, pero nunca se han llevado a cabo trabajos de restauración y conservación, hasta que el nuevo dueño decidió intervenir de urgencia, al poco de comprarla, para evitar que se viniera abajo.
Moltó explica que decidió realizar una primera actuación en el tejado sin solicitar los correspondientes permisos de obra, para agilizar. “Se hizo una actuación de urgencia y necesidad, y se tuvo que hacer rápida y sin licencia debido al colapso del departamento de Urbanismo, porque tener que esperar cuatro o cinco años a que nos dieran la licencia o permiso para hacer esta conservación iba a suponer la caída de la casa y se decidió proceder con un simple arreglo de la cubierta y la conservación de mantenimiento’.
A partir de ahí, añade, se solicitó una licencia para continuar con los trabajos de cerramientos y seguir con los arreglos interiores, pero, de momento, no sabe nada de esta licencia, indica, pese a que se han abonado las tasas correspondientes y se ha entregado la documentación.
Sin embargo, durante el transcurso de esa primera obra, que duró aproximadamente cinco meses, se produjo una denuncia en Conselleria, y ahora la solución propuesta por la Agencia Valenciana de Protección del Territorio, a la que está adscrita el Ayuntamiento, es la demolición de todos los trabajos realizados.
Quitar y volver a poner
Jesús Moltó reconoce su error pero alega que la actuación realizada en el tejado de la casa no ha afectado al entorno, no ha afectado a la superficie construida, ni a ningún punto de la zona protegida, “por eso, que propongan ahora una demolición, no me parece bien”.
El meollo de la cuestión está en el zuncho perimetral o prefabricado de hormigón que se ha colocado en las paredes de la cubierta para estabilizarla, a modo de anillo, y que ha implicado subir unos centímetros la altura “lo que se interpreta como una ampliación de volumen”, explica.
Tras un proceso de alegaciones ante la Agencia Valenciana de Protección del Territorio, este organismo ha resuelto que sea el Consistorio quien tome la última decisión y “si el Ayuntamiento da una orden de legalización, ellos se olvidan del expediente”, explica el propietario.
Jesús Moltó indica que está dispuesto a colaborar en todo lo necesario, “hacer proyectos, pagar tasas, incluso si hay alguna sanción pertinente, pues pagarla”; de lo contrario, no descarta derruir la masía “porque me sale más barato coger, meter una grúa y quitarlo todo. Sinceramente, a mí me duele más que nadie, pero es la solución que veo”
Moltó adquirió la finca con la idea de poder llegar a vivir algún día allí, pero manteniéndola abierta “para que siga siendo esa finca tradicional emblemática del pueblo, que conoce todo el mundo, que mucha gente sube a a pasar la Pascua, a merendar, hacer deporte…”.
Comenta además, que se han retirado 17 remolques de basura que había en el contorno, dejando al descubierto una fuente que estaba cubierta por la maleza “porque nosotros no hemos ido en ningún momento hacer daño al entorno, sino a conservar algo del patrimonio del pueblo”. Y sobre la reparación del tejado, añade que se ha utilizado tejas antiguas y piedra, siendo “una conservación tradicional”.
Ahora, el Ayuntamiento se tiene que pronunciar, pero si la decisión que han tomado es demoler y restaurar lo que está hecho, “no estamos dispuestos a asumirlo, porque se ha actuado respetando lo que hace años estaba en la finca”.