Opinión

Trump y el imperio de los que rompen la baraja

por José Luis Fernández Rodrigo, periodista

La democracia tiene tanta generosidad que tolera incluso a quienes la atacan y quieren acabar con ella. ¿Demasiado magnánima? El regreso de Trump al poder en el país más poderoso del planeta -por mucho que China sea la fábrica del mundo, en muchos de sus negocios tiene socio yanki- no beneficia a nadie, con independencia de ideologías. Bueno, a nadie, a nadie… A una oligarquía económica que piensa en su cuenta de resultados pasando por encima de quien sea, y en esa tropa estamos el resto de mortales. Por una vez he estado de acuerdo al cien por cien con Aznar. Los dos tuvimos la misma reflexión al ver el triunfo del botarate agitador de golpistas: una mala noticia, que vuelva a gobernar alguien que cuestiona el sistema democrático.

Porque una cosa es el debate de ideas políticas, entre potenciar un sistema público de salud o derivar más la asistencia a compañías privadas; entre edificar vivienda pública o confiar en que las promotoras va

n a propiciar un mercado equilibrado sin especulación, etcétera. Y otra dimensión nueva la aportan Trump y sus afines -qué casualidad- la ultraderecha a ambos lados del Atlántico. Los negacionistas del cambio climático. Sólo por ese cerrilismo antiecologista ya no valen la pena. Nuestra supervivencia como especie animal que somos está en juego y estos tarugos siguen en sus trece. Eso, a largo plazo, porque en el día a día ya hemos visto a Trump cuestionar los resultados electorales… cuando perdió, claro. Ahora ha indultado al del casco de bisonte y la recua de patanes que intentaron el asalto al Capitolio. Lo que toda la vida se ha dicho romper la baraja. Como aquellos del Glorioso Alzamiento del 36 a los que idolatra Abascal, el único español invitado al guateque de bienvenida del presidente de los Estados Unidos. Unos nazionales que igualmente rompieron la baraja. Lástima que la democracia no se proteja a sí misma con leyes ante quienes ansían destruirla, igual que sí hay normas que prohíben la apología del terrorismo y la violencia. Incluso tenemos tipificado el delito de odio… aunque se vigila poco, bastaría echar una ojeada a X, ese pozo de los desahogos, las soflamas y los bulos -qué casualidad también- de ultraderecha. Y de un amiguito del alma -por ahora- de Trump, el abusón limpiarretretes Elon Musk.

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