Hacer la cama
Tras el retroceso del PSOE en las elecciones gallegas, los de siempre, Feijóo y sus voceros y el socialista Emiliano García Page, no han perdido el tiempo para salir a los medios y criticar con dureza al gobierno de Sánchez. Hacer leña del árbol caído es fácil, pues los resultados obtenidos no han sido los esperados y se han quedado bastante atrás. Pero una cosa son las esperadas mentiras de Feijóo y sus golpes de pecho –no olvidemos que el líder de la derecha española se jugaba su permanencia al frente del PP–, y otra las declaraciones de García Page. Declaraciones del todo incomprensibles para un político que, como él, gana elecciones con el PSOE en su comunidad. Uno tiene que saber cuál es la camiseta de su equipo.
Este comportamiento no es de honestidad, pues si la tuviera hace tiempo que se hubiese marchado del PSOE. Otra cosa es lo que él sigue haciendo, y que no es más que refocilarse con aquellas dificultades que su partido, o la dirección nacional, sostiene desde hace un tiempo en su lucha a cara de perro contra el PP, y sus despiadadas críticas al secretario general o a las políticas diseñadas desde el partido y el Gobierno.
El PSOE ha encajado su retroceso electoral en Galicia, y a seguir trabajando para poder mejorar la vida de sus conciudadanos. Aunque Page, en el fondo, no es que critique al PSOE, lo hace con rabia y frustración, con voz lenta y reposada pero siempre con la intención de cobrarse, como quiere Feijóo, la cabeza de Pedro Sánchez, con quien en buena lid no han podido acabar.
Y sí, Emiliano, hay que provocar una reflexión profunda en el partido, pero una cosa es eso y otra ese empecinado afán y deseo de terminar con Sánchez. Hay que hablar, no cabe duda, pero quién sabe qué dudas, más allá de destituir a Sánchez, abrazan a Page: «Si el PP hubiera perdido la mayoría, el ganador hubiera sido Puigdemont. Me alegro de que no haya ganado Puigdemont». Si el PP hubiese perdido en las gallegas, la debacle política de Feijóo estaba cantada, por eso, señor Page, deje de expresar baladronadas en voz baja y, como bien dice María Jesús Montero: «Resulta incomprensible que el señor Page diga esto. Uno tiene que saber cuál es la camiseta de su equipo».
No obstante, García Page saca pecho, es uno de los barones socialistas y consigue mayorías absolutas en su tierra; se sabe, a estas alturas de la película, insustituible, nadie le tose ni puede con él. Es mucho lo que está en juego, más en su fortaleza. Page pincha y critica aguardando que otros le imiten, o que su deslealtad provoque en la ejecutiva nacional su expulsión, lo cual tampoco sería bueno para nadie que fuese socialista. Montero, en su análisis de la situación tras las Gallegas, acaba diciendo: «El trabajo que queda por delante es duro, no son unos resultados que nos gusten, y eso es lo que vamos a hacer, trabajar».
Lo de Page, con sus comentarios y salidas de tono, no es más que hacer la cama al PSOE.