Opinión

El mundo al revés en el fútbol: del ‘piquito’ de Rubiales al trullo de Alves

Ahora que la polarización y las tensiones del fútbol se han trasladado a la política, que despierta muchas más pasiones y trifulcas, me han llamado la atención dos cuestiones del deporte rey que no tienen que ver con el deporte, sino con la Justicia. El caso de Dani Alves revela una paradoja perfectamente legal, pero difícil de digerir para nosotros, la mayoría, profanos en la materia. Resulta que ha estado 14 meses hasta llegar a su juicio en el trullo, cuando técnicamente era inocente, según la presunción que nos garantiza nuestra democracia, mientras que ahora que acaba de ser condenado y, por lo tanto, es culpable, queda en libertad. Me lo expliquen…

Ya sé que este desenlace es provisional, que hasta ahora estaba en prisión preventiva por la gravedad del delito del que se le acusaba, debido al riesgo de fuga… Y también han explicado ya algunos expertos que la fianza se fija de forma proporcional a su patrimonio, que esto no quiere decir “Justicia para ricos” porque pagando salen de la cárcel, etcétera. Además, su condena no es firme porque caben todavía un par de recursos más que podrían redimirlo de sus culpas. A pesar de todos esos matices, me sigue pareciendo más lógico que hasta sentarse en el banquillo para ser juzgado hubiera estado en la calle y ahora que se le considera culpable de agresión sexual ingresara en el talego. Y luego, ya veremos si otro tribunal lo suelta. Por cierto, vaya forma de complicarse la vida, una estrella del fútbol, forzando la situación con una desconocida y destruyendo su reputación de por vida.

El otro asunto del ámbito deportivo digno de estudio sociológico es el polémico ‘piquito’ del presidente de la federación balompédica Luis Rubiales a la jugadora Jenni Hermoso, que todavía colea con investigación por espionaje a la joven. Para una parte de la opinión pública, la víctima se ha convertido en verdugo como radical feminista o ‘feminazi’ -como gustan algunos llamar ahora- por sacar de quicio un beso inocente. He llegado a oír a más de un padre que sólo tiene hijas que estaría preocupado si también contara con algún varón entre su prole por el riesgo que hay en estos tiempos de que una mujer lo denuncie acusándolo de malos tratos o violación y acabe entre rejas siendo inocente. Cuando las estadísticas cantan y las denuncias falsas -que también son delito, ojo- representan el 0,00 y algunos dígitos más, frente a cientos o miles de casos de agresiones de hombres a sus parejas, me parece triste que personas razonables a quienes aprecio tengan una visión tan deformada de la realidad y del peligro. Coger con ambas manos a un prójimo (o prójima, si existe el palabro) por la cara y darle un morreo sin su consentimiento no merece seguramente la horca, pero sí alguna amonestación como falta de respeto. Esas cosas no deberían depender de partidos políticos, fobias y otras circunstancias irrelevantes. En fin, el mundo al revés.

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