Opinión

El maquillaje de Sánchez

Sombra aquí, sombra allá… Como decía la canción, así parece comenzar el PSOE cada mañana, con una coreografía de distracciones diseñada para desviar la atención ciudadana de la tormenta de escándalos que desde hace meses salpican al partido que un día se autoproclamó paladín de la regeneración democrática.

Por acción o por omisión, por ignorancia o por conocimiento, Pedro Sánchez es el máximo responsable de un infortunio político que los españoles conocen hoy gracias a las investigaciones de la UCO, unidad especializada de la Guardia Civil. Su primer informe ha revelado solo una parte de las corruptelas protagonizadas por Koldo, Ábalos y Santos Cerdán. Y lo peor es que queda mucho por salir.

Ni los 600 asesores del Gobierno, ni sus ministros, ni los cuadros del partido detectaron —o quisieron detectar— que sus dos exsecretarios de organización campaban a sus anchas durante años, usando su poder para lucrarse y, además, para otras “distracciones” de carácter íntimo… pagadas con dinero público. Ahora no basta con aparentar contundencia. Ya a finales de 2024 se advirtió al presidente del hedor que desprendía su hombre de confianza, el gran negociador Cerdán. Nadie movió un dedo para investigar nada.

Como en los ‘mejores’ años del Partido Popular, los ciudadanos asistimos a una secuela de corrupción con el mismo guion: privilegios acumulados, acceso a información exclusiva, impunidad y silencio cómplice. Ayer fue el PP; hoy es el PSOE. Mismos escándalos, mismas excusas para minimizarlo todo y evitar responsabilidades reales.

Este ambiente viciado alimenta el hartazgo, el desencanto y la desafección ciudadana hacia una política que hace tiempo que dejó de representar a nadie, solo a los mismos que la ostentan. Un sistema partitocrático que ya no funciona, que ha gripado. Y frente a esto, no caben ya los colores, ni los intereses de partido. Es hora de resetear el sistema.

Necesitamos reformas profundas. Necesitamos leyes que impidan que esto vuelva a repetirse. Necesitamos una justicia implacable, tanto con los cargos públicos como con las empresas que se benefician de estas tramas. Y necesitamos una ciudadanía que no mire hacia otro lado. Porque si no exigimos rendición de cuentas, seremos cómplices por silencio.

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