Con la reforma laboral ha llegado el ruido habitual que suele haber en el hemiciclo de los diputados cuando se trata de aprobar una ley que viene de un gobierno cualquiera y sus socios, si los hubiera, como es el caso. De la reforma laboral de Rajoy y de todo lo que vino después se han escrito ríos de tinta. Cuando Sánchez era oposición, hablando hasta la saciedad de que se iba a derogar hasta la última coma, algo que finalmente no ha sido así. Lo cierto es que la gran mayoría de los mortales no se ha enterado de lo que realmente se ha cambiado. Todo el énfasis mediático se ha puesto en los dimes y diretes de cada una de las fuerzas políticas, y de sus negociaciones, que han querido sacar rédito del asunto vendiendo la burra al mejor espectador (y potencial votante), sin que realmente se explicara lo que finalmente se ha suscrito por una mayoría ajustada con un batiburrillo de fuerzas políticas.
Ciudadanos, Podemos, PSOE y la derecha vasca y la catalana han votado una ley que pretende modular el mercado laboral con el beneplácito de Europa, con una clara inclinación liberal. Es cierto, tras 10 años de la ley del Partido Popular no se podía tirar todo por la borda y dejar aquella normativa que más o menos funcionó en su momento, en papel mojado. De ahí se comprende que empresarios, partidos liberales, sindicatos y fuerzas de izquierdas se hayan entendido para llevar adelante este documento. El nuevo escenario laboral pone el énfasis en la eliminación en la medida de lo posible del contrato temporal teniendo mucha más preponderancia la figura del fijo-discontinuo. Aparentemente es lo mismo: El operario que sea contratado cuatro meses al año seguirá igual, pero siempre se buscará a la misma persona para desempeñar el mismo trabajo en ejercicios sucesivos, es decir, se contabilizará como fijo en las estadísticas. Algo que ayudará a tener cierta estabilidad dentro de la inestabilidad. Trabajar solo en aquellas fechas que por producción, cosechas o pedidos sea necesario.
Inmersos en el campo de batalla de la comunidad castellano leonesa, pendientes de las próximas elecciones autonómicas que vuelven a ser un barómetro político con repercusión nacional, algo que explica largo debate mediático de las últimas semanas sobre la reforma laboral entre los dos partidos mayoritarios. Todos se juegan mucho en un territorio que está siendo el epicentro del debate a cuenta de las macrogranjas y sus consecuencias. Esto solo acaba de empezar. Tenemos muchas elecciones por delante y todo indica que esta tensión no resuelta va a acompañarnos hasta las próximas Generales. Y el resto de los mortales tendremos que convivir con ello, mal que nos pese.