Después de más de un año y medio luchando contra la pandemia, parece que todavía no hemos aprendido. Hace pocas semanas la noticia comunicada a bombo y platillo por Pedro Sánchez de poner fin a la obligación de las mascarillas en los espacios abiertos y la relajación de las restricciones convertía el comienzo del verano en una especie extraña fiesta fin de pandemia. Una falsa euforia que ha sido interpretada por algunos como el adiós del virus. Así se lo han tomado muchos jóvenes que han aprovechado este mensaje erróneo para cerrar el curso académico a lo grande y lo que parecía el fin de esta inacabable pesadilla ha vuelto a poner en entredicho la pésima estrategia de comunicación de un gobierno que acumula muchos errores en esta crisis sanitaria.
El megabrote en la isla de Mallorca producido, no solo por la irresponsabilidad de los estudiantes, también de padres, hosteleros y autoridades, ha monopolizado gran parte de la atención mediática en la última semana. Y no es para menos. Llegar hasta aquí ha costado de miles de vidas, el cierre de muchas empresas y la destrucción de cientos de miles de puestos de trabajo que costará un gran esfuerzo reponer. Y si pensábamos que en la Comunidad Valenciana estábamos fuera de peligro, la incidencia acumulada ha alcanzado los 97 casos por 100.000 habitantes, alejándola del riesgo bajo de contagios y el número de estos ha ascendido hasta los 1.000 en un solo día, el peor dato de los últimos cuatro meses. Es cierto que los indicadores de hospitalización están muy bajos actualmente, y que el 35 por ciento de la población esté vacunada ayuda a que el virus no se extienda, pero la experiencia nos indica que no podemos bajar la guardia todavía. Sin ir más lejos, debido a un brote de contagios entre jóvenes por una celebración de fin de curso, el municipio de Biar se ha visto obligado a suspender durante dos semanas todas las actividades programadas desde el Ayuntamiento a la espera de que los contagios no se extiendan a la población. Aunque posiblemente quede controlado en pocos días ya que todos los positivos son adolescentes con sintomatología leve, lo cierto es que este hecho vuelve a poner el foco en los más jóvenes. Ejercitar el optimismo en estos momentos es necesariamente saludable después de tantos meses sufriendo las consecuencias de esta enfermedad mundial, pero la prudencia en nuestros actos cotidianos debe ser la norma a seguir si no queremos retroceder varios pasos atrás. De nosotros depende.