Las redes sociales son como la comida basura, intuimos de los daños que producen en el organismo, pero seguimos consumiéndolas, en muchas ocasiones, de forma descontrolada. Ahora que se conoce un poco mejor cuáles son las verdaderas intenciones de uno de las grandes compañías tecnológicas a nivel mundial, podemos segurar que lo de estar conectado todo el día no es fortuito, ni gratuito, ni inofensivo. Detrás de cada red social hay todo un ejército de informáticos, publicistas, sociólogos, economistas, abogados y científicos para enganchar a los usuarios el máximo de tiempo posible para convertir en dinero cada minuto que un usuario permanece ‘seducido’ allí donde aterriza su atención.
Las revelaciones de una exempleada de Facebook han dejado en shock a una gran parte de la comunidad social ya que esta asegura que la compañía se pasa por el arco del triunfo los perjuicios que puede producir, y producen en sus usuarios, anteponiendo el beneficio de la empresa a la salud. La antigua trabajadora, llevada por un arrebato de responsabilidad social, filtró en mayo a la prensa americana que el gigante tecnológico, gracias a estudios internos sobre las preferencias de sus usuarios, prefería promover contenido que generara ‘ira o división’ a otras emociones, ya que estas mantendrían más tiempo a su consumidor en la red. Para que todo el mundo lo entienda, la macro empresa sabe que un algoritmo más seguro, (o menos violento) sería más beneficioso para los ususarios, pero ello conllevaría a estar menos tiempo en la red y, en consecuencia, se pulsarían menos anuncios lo que produciría menos ingresos publicitarios. Así de simple, pero así de siniestro.
Es cierto que la nuevas tecnologías y todas las formas de comunicación que ya conviven entre nosotros han aliviado de forma incuestionable el aislamiento en los momentos más difíciles de la pandemia. ¿Qué hubiera pasado si esta crisis sanitaria global se hubiera producido hace tan solo 15 años cuando no existían todas las herramientas tecnológicas actuales? De lo que no cabe duda es que esta nueva forma de nutrirnos de información y al ritmo que la consumimos debe tener una regulación tanto en el ámbito educacional y familiar como en el legislativo. Los expertos ya muestran los daños que está produciendo en nuestro comportamiento el uso desmedido de las redes sociales y del exceso de información.
Es muy revelador saber que los hijos de los dueños de estas grandes empresas tecnológicas tienen vetado el tiempo para gastar con tablets, móviles o cualquier tipo de pantalla a poco más de una hora al día. La respuesta está clara.