Los casos de adolescentes con autolesiones, ideas suicidas y síntomas de ansiedad y depresión se han incrementado de forma preocupante en los últimos meses, tal y como recoge el informe del Centro de Salud Integral Alicante, con clínicas en Ibi y en la capital.
Desde septiembre del pasado año y hasta febrero de este año, pasaron por el centro de Ibi 20 menores, con edades comprendidas entre los 9 y los 17 años de edad, de los cuales 18 mostraban esa sintomatología.
José Andrés Samaniego, psicólogo sanitario forense y miembro del grupo de prevención de suicidios del Colegio de Psicólogos de Alicante, considera esta prevalencia “muy preocupante” y la relaciona directamente con las restricciones sociales impuestas a causa de la pandemia.
“Los jóvenes están desubicados y muestran una total desesperanza. El problema es la privación del contacto social y la limitación de sus actividades, como el deporte, que les lleva poco a poco al aislamiento y prefieren estar solos que en compañía”, señala Samaniego.
Esta desilusión conduce a episodios intensos de ansiedad y miedo y a autolesionarse con pequeños cortes en brazos, barriga e ingles. En cuanto a los impulsos suicidas, el psicólogo explica que aparecen en personas con un alto grado de sufrimiento y lo que necesitan es ayuda.
Por eso advierte de la importancia de detectar las señales a tiempo y “cuando empiezan a decir que todo está mal, que nada vale la pena, cuando pasan demasiado tiempo en internet, dejan de lado las actividades físicas o sociales, no quieren ir a la piscina o esconden los brazos con prendas de manga larga, es el momento de poner remedio porque la solución es sencilla y los chavales se curan rápido”.
La prevalencia detectada en Ibi no es un hecho aislado y al igual que en el resto del país se produce en entornos familiares completamente normalizados. Según Samaniego, el teléfono de la esperanza ha pasado de atender una media de cuatro llamadas de adolescentes a dispararse a veinte y la cifra de 3.500 suicidios al año en España se ha multiplicado ahora por tres entre los adolescentes y jóvenes adultos.
El colegio de Psicólogos de Alicante lleva tiempo informando a los ayuntamientos, también al de Ibi, de esta situación para que tomen medidas y organicen actividades y charlas en los centros educativos con el fin de que los menores puedan exponer sus preocupaciones y ofrecerles recursos para saber cómo mejorar su estado y cómo ayudar a un compañero.
“Es importante ponerle freno- indica Samaniego- los profesionales llevan más de diez años advirtiendo sobre la importancia de tratar la salud mental y ahora, después de la pandemia, ya es urgente”.
El psicólogo asegura que hay que hablar de los temas “porque los problemas surgen cuando se calla” y subraya la importancia de que los padres y los hijos se comuniquen. Insiste en la opinión de que la solución es sencilla, “hay que dejar que los jóvenes se expresen sin juzgarlos y si les enseñamos cómo dominar la ansiedad y gestionar las emociones, vamos a evitar que aparezcan estos casos. Hay que tratar su autoestima”.
En cuanto a los adultos, la pandemia está provocando muchos casos de trastornos de ansiedad, adaptativos, de la conducta alimenticia y de drogadicción. La ansiedad, explica Samaniego, es miedo al futuro y se vive de una manera muy intensa, por eso tiene una sintomatología tan desagradable y, “las noticias tan negativas no ayudan”. Por ello, aconseja ponerse en manos de profesionales porque “hay que hablar con quien sabe”.