Por J. J. Fernández Cano, escritor
Sí, Ibi era una fiesta. Más que fiesta, una auténtica orgía en la que imperaba la corrupción en todas sus turbias formas y sucios manejos. Prevaricación, malversación, falsedad de documentos en forma de irregularidades en la adjudicación de obra pública de manera reiterada y vergonzosa, sin el menor decoro ni disimulo, eran la tónica general en nuestro municipio.
Los casos de abusos y corrupciones en nuestra villa brotaban como los hongos en los estercoleros, y lo hacían con tal fluidez y abundancia, que hacían correr ríos de tinta no solo a través de este, nuestro semanal Escaparate, sino que aparecían también en medios provinciales y regionales. Nuestra villa llegó a ser famosa, tristemente famosa.
Si algo consolaba o mitigaba la indignación e impotencia de los ibenses (un consuelo mezquino, sin duda) es que la podredumbre de nuestra política local no era un hecho aislado, puesto que el Gobierno de nuestra comunidad era una auténtica ciénaga, en Andalucía reinaban los ERE, o ERES, y en Madrid había abiertos tantos casos de corrupción, que sería difícil enumerar en este escrito, o sea, que nuestra querida villa no desentonaba del ambiente degenerado y podrido de nuestro país, que en aquellos oscuros años llegó a ostentar el título de más corrupto de Europa.
Pero volvamos a Ibi, nuestro pueblo, que al fin es lo que más cerca nos cae. Resulta frustrante que tal cantidad de personas implicadas -presuntamente- en estas desvergonzadas prácticas de medrar económicamente a costa de los impuestos que aportamos los ciudadanos, hayan terminado arrumbados en un cajón durmiendo el sueño de los justos, es un decir, puesto que en este caso, la Justicia no ha culminado su función, lamentablemente. ¿Ha sido por exceso de trabajo y falta de medios económicos para dar solución a este grave asunto? Porque lo que es tiempo no les ha faltado para solucionar el asunto, once años de investigación dan para mucho, si se adopta la buena fe y voluntad de llegar al fondo de la cuestión, que es, a mi juicio, precisamente lo que ha faltado. Coincido plenamente con lo declarado por la exedil del PSOE en este periódico: los corruptos tenían más medios para eludir su responsabilidad, que la Justicia para hacer valer su función en nuestros juzgados.
Y llevado por mi afán de dar vueltas a las cosas con el fin, si no de encontrarles el lado bueno, porque en este caso no lo tienen, sí siquiera el menos malo, sírvanos de consuelo el que muchas de estas personas han dejado de estar cerca de donde haya dinero público al que meterle mano. Los ciudadanos, desde hace unos años, vivimos la normalidad, el sosiego que en la actualidad respira nuestro Ayuntamiento.