
La Conferencia Episcopal quiere elecciones anticipadas, ¡Aleluya!
El presidente de la Conferencia Episcopal Española, Luis Argüello, ha levantado cierta polvareda al opinar que lo que toca ahora son elecciones generales anticipadas, por el contexto actual. Como estaba en el guión, desde la izquierda han arremetido contra este pronunciamiento por aquello de que ¿somos? un “Estado aconfesional” y se supone que la Iglesia –ni esta ni ninguna– debería participar en la política, tendría que quedarse al margen. No comparto ese reproche para nada. Llevamos (algunos) décadas reivindicando que prácticamente todo es política legítimamente y no hay que descalificar, por ejemplo, a los actores y directores de cine cuando en la gala de los Premios Goya se mojan con sus críticas. O a los trabajadores, los autónomos, los empresarios y cualquier grupo social o económico, cuando reclaman lo suyo y rápidamente surgen voces con ese argumento de que están “haciendo política”, como si eso los desautorizara. Pues con la institución católica, tampoco, tienen todo su derecho a entrar al ruedo.
La grandeza de nuestra democracia, el menos malo de los sistemas, radica entre otras cualidades precisamente en que da libertad para expresarse incluso a quienes la denostan o quieren acabar con ella. En el caso que nos ocupa, también a quienes no movieron un dedo durante 40 años de dictadura infame para recuperarla, cuando se la habían robado a todos sus feligreses. Bienvenido, señor Argüello, al sano hábito de votar y decidir las cosas por mayoría, no por pelotas (con perdón), como canta el sabio Víctor Manuel. Por cierto, ¿ha preguntado usted entre los suyos, si la mayoría quiere elecciones? Ah, claro, “consejos vendo, que para mí no tengo”, que reza el tópico. Sé que el presidente de la Conferencia Episcopal se elige con votos y en su web oficial se indica que obtuvo 48 en la primera vuelta, aunque no veo cuál era el censo total, cuántos de los llamados a emitir su preferencia no le apoyaron. Ganó por mayoría absoluta, por lo visto, pero un poco de transparencia no vendría mal, ¿no? Siempre le hubiera quedado la opción de matizar que su opinión es estrictamente personal y no sabe si representa al conjunto de los suyos.
En algún medio lo caracterizan como “antifranquista”, gesto que le honra entre quienes nos preciamos de demócratas. Por edad, no tuvo mucho tiempo de luchar contra el totalitarismo del caudillo, que murió cuando él debía estar en etapa estudiantil todavía, con veintipocos años, por lo que no sé si ese calificativo se lo ganó entonces en manifestaciones delante de los grises, o por sus actitudes posteriores durante la Transición. Sea como fuere, ojalá conserve ese espíritu ajeno a un régimen tirano.
Entre las réplicas a Argüello, hay una algo sorprendente, por aquello de venir de dentro de la propia institución, de la Iglesia Católica, poco dada a las polémicas internas: la del arzobispo de Tarragona, Joan Planellas, molesto porque considera que en la ‘Casa de Dios’ no deben entrar en política. La duda me surge por si esta discrepancia no nace porque desde Cataluña hay que estar siempre a la contra, por sistema, o realmente el prelado tiene sus afinidades o simpatías por algunas siglas. Olé por su conciencia política, del palo que sea. En el tablero de juego actual, podría deducirse que este hombre no quiere ir de Guatemala a Guatepeor… De todas formas, el desaguisado con el fantasma de la corrupción pide una regeneración profunda y urgente.