Condenado por telepatía, ese fiscal general del Estado
Confirmado: la telepatía existe. Si quiere, Iker Jiménez ya puede montar un programa especial con un caso que conocemos todos, aunque parece que nadie ha reparado en ello: el del fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz. No es la primera vez que lo explico, pero resulta que el “delito” cometido se llama revelación de secreto. Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua (DRAE), secreto se define como “oculto, ignorado, escondido y separado de la vista o del conocimiento de los demás”, en su acepción más universal y comprensible por todos, sin tecnicismos. Sin embargo, según ha quedado patente en el juicio, había como quinientas o seiscientas personas que tenían acceso a los datos personales de la pareja de Ayuso —ese defraudador fiscal confeso y lumbrera para forrarse con mascarillas sobrevaloradas en pandemia—, entre funcionarios de los juzgados y otros departamentos. Y, lo más evidente de todo, cuando el fiscal decidió publicar el asunto era para desmentir un bulo de Miguel Ángel Rodríguez. A no ser que tenga telepatía, la única manera humana de decir que algo es mentira es que primero se haya conocido la mentira. Obvio y de perogrullo. Pues no, para cinco de los siete magistrados ilustres de nuestro Tribunal Supremo, hay otras leyes de la Física. García Ortiz debió adivinar que algo se cocía y se precipitó para aclararlo. Vamos, que le leyó la mente a alguien. Toma nota, Iker Jiménez, aunque visto del palo que vas, dudo que te interese el tema.
Hay más. Se supone que como testigo está uno obligado a decir la verdad en un juicio. Pues varios periodistas —no uno solo— han negado que les llegara el tema desde la Fiscalía General del Estado, antes tuvieron acceso a esta información tan sensible (la más sensible del Reino, por lo que se ve) por otras fuentes. Y qué más da, deben pensar estos jueces del Supremo. En el mundillo periodístico, hay un refranillo que define a la perfección cuando alguien está manipulando: “No dejes que la verdad te estropee un buen titular”. No hace falta explicarlo mucho, pero quiere decir que si el director, redactor jefe o el redactor tenía en mente un titular, un enfoque para la noticia, a priori, antes de confirmarlo, aunque luego se la desmientan categóricamente, él insiste y publica la mentira a sabiendas. Hay ejemplos múltiples en la hemeroteca de los últimos años.
Si lo trasladamos a sentencias judiciales como esta, se podría adaptar ligeramente a algo así como “no dejes que la verdad te estropee una buena condena a quien no es de tu agrado”. Bastará con saber a propuesta de qué partido están en el Supremo quienes han votado culpable para Álvaro García Ortiz (y los dos que han votado en contra también, claro), para completar la ecuación. No suelen salirse del guion, nuestros paisanos de la toga. Dime quién te ha puesto y te diré qué vas a sentenciar. Triste, para la democracia, sobre todo. Por cierto, ¿van a imputar, investigar… a todos los periodistas que han negado la filtración en el juicio, por falso testimonio? ¿O eso da igual? La misión ya está cumplida, claro: defenestrar al fiscal. En fin, esperaremos unos años (muchos) y tal vez le reconozcan la jugarreta en la ONU o algún otro organismo internacional, como pasó con el juez Garzón.