
Esos perroflautas humanitarios que nos aterrorizan
En uno de los innumerables memes (para memos) que me ha llegado esta semana por WhatsApp, alguien se mofaba de esos que se han subido a un barco para ir con ayuda humanitaria a Gaza por como son “una panda de perroflautas”, se supone que “no pueden ver a un militar a 100 metros porque les da urticaria”, pero como ahora “los van a borrar del mapa”, pues, claro, “se acuerdan” del Ejército para que los proteja. La idiotez del mensaje retrata fielmente el momento histórico —para mal— que vivimos en estos momentos: lo importante no es que todos los días se asesine a discreción a población civil incluidos niños que no han cogido un fusil en su vida, lo grave es que unos cuantos occidentales acudan a auxiliar a esa población por lo menos para que no se mueran de hambre los que quedan en pie.
Y, de paso, una dosis de propaganda chabacana sobre el antimilitarismo de los rojos bolivarianos. Seguro que además algunos de ellos estaban en el ajo cuando convirtieron Madrid en Sarajevo, como describió finamente la presidenta Isabel Díaz Ayuso. Nunca nos hemos sentido tan aterrorizados como cuando esos ‘terroristas’ reventaron la Vuelta Ciclista a España, a todos nos vino a la cabeza aquellas bombas de ETA que casi a diario segaban vidas inocentes (no como las de los palestinos, que al fin y al cabo son ‘moros, gentuza’). Esa lógica demencial ha cuajado, aunque no tenga ni pies ni cabeza.
El Gobierno criminal de Israel ha abordado como un vulgar pirata a los barcos de la “flotilla” de varios países en aguas internacionales. Eso, para empezar. Nada de defender su territorio. El matón de Oriente Medio, respaldado por el mayor matón del planeta —Donald Trump— se siente dueño hasta del mar en las zonas neutrales, las que nos pertenecen a todos (y a nadie, en realidad) como terrícolas habitantes de este mundo tan irracional e injusto.
Mientras nadie le tosa. Como consumidores españoles, la verdad es que poca presión económica podríamos ejercer sobre Netanyahu, porque ni importaciones ni exportaciones representan un volumen apreciable entre nuestros mercados. Habría que hacer piña con Europa, por lo menos, y con el resto de potencias, si es que les queda algo de vergüenza. ¿No tiene nada que decir China? A la todopoderosa fábrica del mundo que chulea y planta cara a los yankis, ¿tampoco le repugna la masacre? O India, tal vez Rusia… Aunque, para qué soñar con entelequias, si en ninguna de esas naciones se rigen precisamente por la democracia y los valores cívicos. Con diferentes banderas y símbolos, en el fondo sólo funcionan con la misma base de una oligarquía dominante que vive en la abundancia mientras la mayoría de su pueblo sobrevive entre miseria. Qué les importa que otros pobres sean exterminados.