
Un jurado, qué bien pensado
El maestro de columnistas de opinión Arturo Pérez Reverte definió con contundencia a Pedro Sánchez como “un pistolero, un asesino de la política”, para poner de relieve su capacidad de liquidar a adversarios o incluso socios de coalición molestos con tal de sobrevivir y mantenerse en el poder. Aunque suscitó la previsible polvareda en redes por los términos empleados, se entendía la esencia de su análisis. Ahora que se acerca el desenlace de todas las maniobras del juez entregado a la causa contra la mujer del presidente, tengo curiosidad por saber con qué palabras retrataría Pérez Reverte al irrepetible magistrado.
Su instrucción judicial en este caso surrealista se merece un análisis en las Facultades de Derecho. Auténtica ingeniería para sentar en el banquillo a Begoña Gómez. Para qué repetir toda la secuencia, desde los recortes de pseudomedios digitales con una subvención de una tocaya suya, la denuncia del pseudosindicato Manos Limpias… en este fregao, todo es pseudo. Tan falso como el nombre equivocado de una de las empresas aludidas por el juez, que él mismo tuvo que corregir. En fin, es de suponer que todo es legal, lo cual dice muy poco de nuestra legalidad. Si por llevar una toga uno puede hacer casi lo que le dé la gana (sin el casi), vaya democracia que tenemos.
La guinda del “pastel” o pastiche judicial va a redondear la cruzada contra tanta supuesta “corrupción”: si hay juicio, será con jurado. Cómo no. Así, en caso de condena, habrá sido “el pueblo” quien dictó el veredicto. El juez sólo ha presentado los hechos y no se le puede achacar ninguna intencionalidad. Un jurado siempre entraña dosis de azar, un poco como una lotería, a ver a quién le toca. Con las encuestas apuntando nítidamente a una mayoría de votos de derecha y ultraderecha, por simple probabilidad ya podemos intuir quiénes van a decidir el futuro de la mujer del presidente socialista.
Tenemos algún precedente significativo: nuestro expresidente de la Generalitat Valenciana Francisco Camps se hizo famoso en toda España con aquellas palabras de agradecimiento a su “amiguito del alma”, que “se había pasado un huevo” con los regalos de Navidad para su esposa. Por lo que sea, a los miembros del jurado esto les pareció de lo más natural y disculpable. Díganme malpensado, pero me parece que no abundaban los bolivarianos en aquel tribunal popular… A mí me parecía una fórmula de lo más democrática, esta del jurado, hasta que vi la gran película Doce hombres sin piedad, tanto la original estadounidense como la versión española. Visto lo fácil que resulta manipular las opiniones o sencillamente dejarse llevar por los prejuicios, prefiero que algo tan serio y delicado como hacer Justicia (con mayúsculas), quede en manos de profesionales. No confío en que haya un Henry Fonda o José María Rodero para conducir a sus compañeros del jurado hacia la verdad.