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El actor colivenc se incorpora a Los Miserables como ‘swing’ —la figura que debe aprender varios papeles para sustituir a cualquier compañero en escena— en un montaje que se estrenará el 28 de noviembre en el Teatro Nuevo Apolo de Madrid

Adrián Quiles: “Entrar en Los Miserables es cumplir el sueño más importante de mi vida”

Desde sus inicios en Onil hasta las producciones de la Gran Vía, Adrián Quiles ha forjado una sólida trayectoria artística. Formado en Madrid y Londres, ha participado en musicales como Pretty Woman o El Jovencito Frankenstein, además de proyectos propios y en televisión. Ahora cumple su gran sueño: formar parte del elenco de Los Miserables en el Teatro Nuevo Apolo de Madrid.

Adrián Quiles en ‘Los Pilares de la Tierra’, un reto “brutal” con canto, baile y luchas con espada

Eres de Onil ¿Cómo recuerdas tus primeros pasos en el teatro y la música desde tu tierra natal?

Siempre he sido muy inquieto y, desde pequeño, recuerdo escuchar a Whitney Houston o Celine Dion y se me ponía la piel de gallina cada vez que oía sus voces. Pero donde realmente empecé a darme cuenta de que quería actuar fue cuando vi Titanic; ahí decidí que quería estudiar Arte Dramático.

Más tarde, sobre los 15 años, me apunté a clases de baile y mi profesor Dima me aconsejó que, si quería dedicarme a esto, lo mejor era explorar las tres disciplinas (canto, baile e interpretación) para estar lo más preparado posible. Así que en Onil hice mis primeros pinitos como actor en el grupo “Mercat Teatre” y, como cantante y bailarín con 15 años, dirigí varios espectáculos musicales a favor de la Asociación contra el Cáncer y también de la Asociación de Alzheimer de Castalla.

¿Cuándo descubriste que querías dedicarte profesionalmente a los musicales?

A raíz de la conversación con mi profesor de baile, en la que me aconsejaba estudiar todas las disciplinas, empecé a escuchar bandas sonoras de musicales e investigarlas. Ahí descubrí Los Miserables. Así que, cuando entré en la escuela de SCAENA con 18 años, tuve claro que no quería hacer cada disciplina por separado, sino todo lo contrario: el teatro musical era la opción perfecta para poder disfrutar de todas ellas a la vez.

Has estudiado en centros como la International College of Musical Theatre en Londres o la escuela SCAENA en Madrid. ¿Qué supuso para ti dar ese salto desde Onil a la formación internacional?

Desde luego, te puedo asegurar que no fue lo más fácil de mi vida. Llevaba 18 años viviendo en la misma casa, pasando tiempo con la misma gente y estudiando algo que sabía que no era lo mío, por lo que salir del pueblo y entrar en SCAENA, con profesores tan importantes como Víctor Ullate Roche o su madre, Carmen Roche, fue un shock bastante grande. No solo eso: también supuso acostumbrarme a una ciudad tan grande, aprender a moverme en metro o autobús, dejar de vivir con mis padres y empezar a hacerlo solo… Fue toda una aventura, y encontrar una estabilidad medianamente decente resultó complicado.

Sin embargo, cuando me mudé a Londres todo fue mucho menos difícil, aunque no precisamente por el idioma. Tenía muy claro que iba a estudiar lo que quería, con profesores en activo en el West End y con un objetivo firme: formarme al máximo y presentarme a todos los castings profesionales para volver después a España con la disciplina inglesa que tan característica es en los musicales.

Adrián Quiles, cover de Edward Lewis en ‘Pretty Woman’, un exigente papel que construyó junto al director musical Gerardo Gardelín y la actriz Cristina Gallego, y cuyo debut afrontó entre fuertes nervios

También te has formado con maestros como Kenneth Avery-Clark, Raquel Soto o Lorena Joaquín. ¿Qué enseñanzas de ellos sigues aplicando hoy sobre el escenario?

Kenneth es un actor y cantante que, además de ser mi profesor, era el director de la escuela y al mismo tiempo compaginaba su labor docente con el musical Sweet Charity (Dulce Caridad) en el West End. Era increíble ver cómo tanto él como sus compañeros venían a la escuela y nos enseñaban directamente las técnicas que aplicaban cada noche en sus funciones.

Raquel Soto fue la persona que confió en mí nada más volver de Londres para seguir formándome en la especialidad de canto. Estudié con ella durante tres años consecutivos y después continué trabajando en su coro EnClaveGospel durante otros diez años. Ella es el claro ejemplo de disciplina, constancia y superación. Formarme con alguien que también había hecho musicales como Hello Dolly o We Will Rock You era, para mí, esencial.

Lorena Joaquín fue la primera persona que conocí cuando llegué a Madrid, en 2007. Ahora miro atrás y me da vértigo: hace ya 18 años que está a mi lado en todos los momentos, tanto buenos como malos, y por eso no soy capaz de llamarla de otra forma que no sea hermana. Su currículum es impecable: actriz y cantante de doblaje, intérprete de teatro musical, vocal coach y con un envidiable control sobre su voz. De ella me llevo tantas cosas que no habría papel suficiente para escribirlas, pero sobre todo me quedo con su bondad, su profesionalidad y su humildad. Se puede ser grande y, al mismo tiempo, seguir siendo una persona sencilla y maravillosa.

Has trabajado en grandes producciones de la Gran Vía madrileña, como Pretty Woman o El Jovencito Frankenstein. ¿Qué aprendizajes te dejaron esas experiencias?

El Jovencito Frankenstein fue mi primera producción profesional en la Gran Vía, con todo lo que ello conlleva, tanto a nivel personal como profesional, y no solo eso, entré como ensamble y cover del monstruo, lo cual era un añadido extra de estrés, nervios y responsabilidad. Aprendí a valorarme, a trabajar en un entorno de emociones a flor de piel a diario, aprendí a bailar calqué y descubrí que era mucho más fuerte de lo que creía, fue una experiencia maravillosa que no cambiaría por nada del mundo.

Pretty Woman vino a mi como un soplo de aire fresco, volví a la Gran Vía, al mismo teatro y con un musical que jamás pensé que llegaría a mi vida. Volví siendo otra persona, sabía que era lo que quería y lo que no, y puse en practica todo aquello que aprendí en la producción anterior, tanto personal como profesionalmente y eso hizo que disfrutara muchísimo del proyecto. Era el cantante de la ópera y cantar La Traviata todas las noches era algo tan especial que aun hoy lo echo mucho de menos. Me llevé mucho de Pretty Woman, me valoré más aún, aprendí a darle importancia a lo que realmente la tiene, aprendí a salir de mi zona de confort preparándome un papel protagonista, a crecer mi disciplina para prepararme física y vocalmente y fui muy feliz compartiendo escenario con gente que ya conocía de antes y que fueron un pilar importante para mi.

En Pretty Woman fuiste cover del protagonista, Edward Lewis. ¿Qué significa asumir esa responsabilidad y cómo se vive desde dentro?

Se vive con el corazón encogido constantemente; no hablamos de un personaje cualquiera: ser Richard Gere de vez en cuando no es cualquier cosa. El papel de Edward Lewis es completamente opuesto a lo que yo pueda ser o pensar, por lo que tuve que salirme de mí mismo y meterme en la piel de alguien que jamás había experimentado antes. A eso se sumaba que tanto el actor titular como el otro cover eran dos intérpretes brillantes, a los que el papel les venía como un guante.

Tuve la suerte de trabajar con Gerardo Gardelín, director musical, que me guió por caminos maravillosos con sus consejos. Con él construí el personaje tanto a nivel actoral como vocal, explorando territorios lejanos a mí. Y mis ensayos con mi increíble amiga Cristina Gallego, que era cover de Vivian Ward (Julia Roberts), fueron un viaje inolvidable, lleno de risas, de miradas cómplices y de un compañerismo enorme.

Recuerdo que en mi estreno estuve a punto de llamar para cancelarlo: los nervios me tenían tan bloqueado que no podía levantarme de la cama por las náuseas y el dolor de tripa. Pero, como siempre, ahí estaban mis padres, mi familia, mi pareja y mis amigos para darme alas y recordarme que volar es posible cuando te sostienen quienes más quieres.

También has participado en Los Pilares de la Tierra, Agua, azucarillos y aguardiente, Carmen o Don Carlo. ¿Qué papel recuerdas como el más desafiante hasta ahora?

Sin duda, Los Pilares de la Tierra ha supuesto un reto enorme en mi carrera. Si algo distingue a Beon Entertainment es su altísima exigencia vocal, el rigor de sus partituras y la grandeza de sus producciones.

En el musical tuve que dar vida a muchos personajes: soldado bueno, soldado malo, cura, verdugo, hijo bastardo de un rey, vendedor de vellones de lana o de telas… Además, luchábamos con espadas de verdad, bailábamos, cantábamos y recorríamos todo el teatro sobre una escenografía espectacular.

Ha sido un proyecto increíble, en el que he conocido a gente maravillosa, he disfrutado como nunca y me he emocionado en cada ensayo y en cada función.

(Y, si no lo habéis visto, continúa ahora con una segunda temporada en la Gran Vía de Madrid).

Has pasado por televisión (Tu cara no me suena todavía) y hasta has dirigido y producido (El Conjuro de Mía). ¿Qué aporta esa versatilidad a tu carrera como artista?

Para mí lo más importante es la experiencia. Puede sonar como algo etéreo, pero es la clave para entender y gestionar todos los caminos por los que te lleva esta profesión.

La televisión es algo muy divertido. En TCNMST tuve la suerte de contar con un equipo fabuloso que me cuidó de maravilla, y la experiencia fue fantástica. Pero no deja de ser eso: televisión, algo que pasa rápido y, cuando termina, tu vida sigue.

Con El Conjuro de Mía la motivación era diferente. Se trataba de crear algo desde cero y de hablar de un tema tan actual y delicado como el bullying, algo muy presente en mi adolescencia y que necesitaba un altavoz. Rodearme de un equipo tan maravilloso hizo que la producción se convirtiera en una de las mejores cosas que he hecho en mi vida. Además, tiene recorrido: tras el estreno y una pequeña gira, el proyecto sigue evolucionando y, en poco tiempo, volverá a girar por España.

En definitiva, poder moverte por diferentes caminos de esta profesión te permite entender y gestionar mejor cada nuevo trabajo y sus exigencias.

Este 28 de noviembre estrenas Los Miserables en el Teatro Nuevo Apolo de Madrid, coincidiendo con el 40 aniversario de su estreno en España ¿Qué significa para ti formar parte de un musical tan icónico?

Esta profesión tiene sentido para mí gracias a Los Miserables. Lo he cantado hasta la saciedad, he audicionado con sus canciones durante años y lo he visto innumerables veces, tanto en Madrid como en Londres. Mi historia con este musical es muy especial y la guardo con muchísimo cariño.

Audicioné por primera vez en 2011, con 22 años, y me descartaron ya en la primera fase. Mientras estudiaba en Londres, el director asociado de Los Miserables en el West End acudió a nuestra escuela para hacernos una audición a modo de aprendizaje. Después de escucharme me dijo: “Eres demasiado joven, ahora no puedes entrar en el musical… pero cuando pasen trece años, veremos”. En 2014 ni siquiera fui citado para las audiciones en Madrid.

Catorce años después de aquella primera oportunidad, volví a encontrarme con el mismo director asociado del West End en las pruebas de Madrid. Tras superar cuatro audiciones largas y exigentes, puedo decir que he cumplido el sueño más importante de mi vida: formar parte del elenco de Los Miserables.

Vas a desempeñar el papel de swing, una figura poco conocida pero clave en un montaje. ¿Podrías explicarle al público en qué consiste y cómo lo preparas?

Gracias por esta pregunta. Creo que aún queda mucho trabajo por hacer para que el papel de swing sea valorado como realmente se merece. Yo siempre digo que el swing es el salvador del musical.

Un swing en teatro musical es la persona que se sabe varios papeles del ensemble y está preparado para sustituir a cualquier compañero que falte. Es como el “comodín” del espectáculo: no siempre sale a escena, pero cuando lo hace puede interpretar distintos personajes según las exigencias de ese día.

Es un trabajo muy exigente porque obliga a memorizar coreografías, canciones con sus diferentes voces (tenor, barítono…) y estar listo para entrar en escena muchas veces sin previo aviso. Gracias a los swings, el público puede disfrutar siempre del musical sin notar que falta alguien. Ellos son quienes aseguran que el show continúe.

Qué retos interpretativos y físicos supone ser swing en una producción tan exigente como Los Miserables?

Ser swing en Los Miserables no es cualquier cosa. Es una partitura muy exigente; de hecho, para quien no lo sepa, en este musical el 99,9 % del tiempo es cantado, apenas hay un par o tres de frases habladas. Eso lo hace aún más complejo.

En el caso de los chicos, tenemos que aprender once papeles diferentes, teniendo en cuenta que cada actor no interpreta un único personaje durante la obra, sino que muchos se duplican o triplican. Además, hay muchísimas canciones en las que participa todo el elenco y cada uno tiene su frase, por lo que toca hacer un gran trabajo de mesa y de memoria para tener claro quién canta cada parte.

Y, en mi caso, se suma que es la primera vez que hago de swing. Eso me coloca en una mezcla de nervios y emoción a partes iguales, que me tiene completamente entusiasmado.

¿Qué puede esperar el público madrileño de esta nueva versión de Los Miserables?

Si algo bueno tiene este musical es que sigue siendo prácticamente el mismo desde que se estrenó el 18 de septiembre de 1980 en París. Esa fidelidad es lo que lo ha hecho tan único y especial. A lo largo de los años se han introducido algunos cambios: parte del vestuario, la evolución en la forma de cantar y, en el 25 aniversario, la sustitución de la escenografía rotatoria por otra que aparecía desde los hombros del escenario. Pero, más allá de eso, la esencia del musical permanece intacta desde el primer día.

El público se encontrará con un espectáculo cuidado al detalle y supervisado por todo el equipo de Londres y por el propio Cameron Mackintosh, lo que garantiza una producción 100 % fiel a la versión que el productor quiere mantener en todo el mundo.

En escena habrá un elenco de actores y actrices jóvenes, con una energía desbordante, mezclado con intérpretes que ya venimos de otras producciones. A esto se suma la participación de muchos niños y niñas en los papeles infantiles. Solo entre actores seremos más de 50 sobre el escenario.

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