Por José Luis Fernández Rodrigo, periodista
En estos tiempos en los que a cualquier cosa se le llama periodismo y en nombre de la libertad de expresión se permite prácticamente todo tipo de excesos e infamias, la noticia de que han condenado a alguien por bocazas en las redes sociales alimenta un poco la esperanza. En inglés puede que suene hasta moderno, eso de fake news, pero en román paladino no deja de ser manipulación, engañar a la audiencia a sabiendas, no por un simple error.
La condición de guardia civil del castigado por los tribunales no pasa de anécdota, ya que precisamente en la Benemérita, en general y en la actualidad (no hablemos de oscuras épocas pasadas) la inmensa mayoría de sus agentes hacen velar precisamente por la verdad. Que uno de los suyos cacareara en Internet eso de “moros de mierda” y subiera un vídeo de una paliza sufrida por una mujer asiática a menos un energúmeno achacándolo a un mena (menor extranjero no acompañado), seguro que a sus compañeros de uniforme les ha repugnado tanto como a nosotros.
A ver si ahora que ya hay un precedente, jurisprudencia o como quieran llamarlo, se empieza a popularizar esto de condenar a quien se le caliente la boca. Aparte de la multa, que eso siempre tiene efecto disuasorio, yo legislaría para que los troleros cumplan un castigo adecuado, nada que ver con la cárcel, que luego los hacen víctimas. En lugar de la reclusión, mejor prohibirles abrir la boca durante un tiempo y que reflexionen antes de propagar bulos. Con vigilancia, además, de que no nos la cuelen con un alías o pseudónimo, claro.
En el caso de este xenófobo que gustaba de echarle las culpas de la delincuencia preferentemente a los extranjeros, le podría venir bien una visita a un centro de menores, donde la mayoría son españoles y no foráneos -pura lógica proporcional a la población que tenemos- y que les explicara él sus razonamientos de que han nacido para hacer el mal al prójimo, para saltarse la ley con violencia. También, que les diera sus argumentos para querer que los expulsen del país. Como él parece tenerlo tan claro…
Sin llegar a situaciones extremas de mentiras tan crueles, ojalá que esta condena abra camino contra el pseudoperiodismo de algunos que trabajan sin descanso en campañas de desprestigio con informaciones inventadas y fabricadas contra algunas formaciones políticas. Unos discursos que van calando en amplios sectores de la opinión pública. En este caso, las multas a digitales como OK Diario por sus infundios no parecen hacerle mella. Incluso paga -con dinero de ya sabemos quién- para ni siquiera publicar la rectificación cuando ya ha sido condenado. Por eso también convendría aplicarles el veto, como suena: el medio que fabrique fake news debe cumplir una “cuarentena” de silencio informativo temporal cada vez que reincida en esta actitud. La audiencia no se pierde nada, mientras no respete la verdad.