Hace mucho tiempo que en el mundo del fútbol algo no huele bien. Los escándalos de la FIFA que explotaron hace unos años se llevaron por delante desde el presidente de la institución internacional hasta decenas de cargos, entre los que estaban los máximos responsables de distintas federaciones de más de treinta países.
El deporte rey –y todos los que lo gestionan– ha crecido de forma exponencial en las últimas décadas subido a la ola mediática facilitada por las grandes empresas del sector. Los clubes, las competiciones y las federaciones son centros de poder que aglutinan esa pasión desmedida que genera el fútbol en cada estadio, en cada rincón del planeta.
Si volvemos la mirada a nuestra querida federación, tenemos otro caso que acabó con el sempiterno presidente en la cárcel, Ángel María Villar, junto con su hijo, el vicepresidente y algún dirigente más. Todo por saquear de la institución unos 45 millones de nada. Posiblemente, la punta del iceberg de una de las gestiones más oscuras que se recuerdan en una institución española.
La actualidad ha vuelto a poner en la picota al fútbol, o mejor, a los que lo dirigen, a cuenta de unos negocietes que el actual presidente Rubiales y el jugador del Barça Gerard Piqué, tenían entre manos con el objetivo de llevarse unos millones por organizar el nuevo formato de la Súpercopa de Fútbol de España en Arabia Saudí.
Las conversaciones que han salido a la luz de los dos protagonistas hablando sobre cómo enfocar las negociaciones con los saudíes para que esta competición sea lo más rentable posible no tiene desperdicio. Sean legal o no, –eso lo tendrá que dirimir un juez–, de lo que no cabe ninguna duda, es de la patética imagen que estos dos protagonistas han trasladado a los aficionados a este deporte y, por su puesto, a todo los clubes que no están al nivel del Real Madrid o el Barcelona, como ellos mismos dejan caer. El compadreo de la conversación telefónica ofrece una visión bastante nítida de cómo se las gasta el actual presidente y de cuál es la catadura moral de un jugador en activo como el culé, que es juez y parte en una competición de la que pretende sacar la mayor tajada posible.
El excelente trabajo periodístico ha dado ya algunos resultados. El primero, eliminar el salario variable del presidente en función de las ventas de la Federación Española de Fútbol, pedir disculpas a los clubes ofendidos y replantearse ciertas cuestiones éticas a partir de ahora cuando se trate de llevarse un torneo de estas características a una dictadura como la saudí que vulnera todos los días los derechos humanos. Ahí es nada.