El alboroto mediático generado por la pandemia está dejando fuera del debate público otros temas que son de vital relevancia, tanto para la economía, como para el futuro de los trabajadores y trabajadoras de este país. La última perla que ha llegado desde el Ministerio de la Seguridad Social y Migraciones, dirigido por José Luis Escrivá, es la intención de darle otra vuelta de tuerca al tema de las pensiones y a la de retrasar la edad de jubilación con incentivos económicos para prolongar la vida laboral. Esta propuesta ha sido rechazada por Yolanda Díaz, ministra de Trabajo, que asegura que esto puede entorpecer la entrada al mercado laboral de los jóvenes. Y probablemente esta última tenga razón. Si analizamos la situación en el contexto actual, es cierto que la esperanza de vida en los últimos 30 años se ha alargado, lo que implica que el número de personas jubiladas haya aumentado de forma considerable. Si a esto le añadimos que en 5 ó 6 años empezarán a jubilarse aquellos que nacieron en la era del ‘baby boom’, tenemos el cóctel perfecto para que el desequilibro en la caja de la Seguridad Social sea todavía mayor.
Pero esta situación de desajuste contable en las arcas públicas no debe hacer perder de vista el asunto de cómo afrontar la reinserción de los jóvenes al mercado laboral. Los datos del desempleo juvenil en España son sonrojantes ya que somos el estado de Europa con la tasa de paro más alta. Se calcula que hay más de un 40 por ciento en nuestro país, mientras que la media europa está en un 16,8. Si es cierto que actualmente tenemos la generación más preparada de toda la historia, ¿cómo es posible que los jóvenes les cueste tanto encontrar un trabajo estable y bien remunerado? Parte de la solución podría estar en establecer normativas, ayudas y facilidades que permitieran combinar la experiencia de los que están a punto de jubilarse con aquellos jóvenes que académicamente tienen toda la teoría para ponerla en práctica. Este debería ser unos de los caballos de batalla del actual ejecutivo, y de los que vengan, para que el futuro de los jóvenes no pase por migrar a otro país para trabajar de camarero con una ingeniería en el bosillo.
Algo no debe marchar bien cuando el 70 por ciento de los estudiantes prefieren ser funcionarios a trabajar en el sector privado. Este cifra reveladora da una idea de hacia dónde tenemos que poner el esfuerzo. O nos ponemos manos a la obra para promover el espíritu emprendedor perdido o este país persistirá en la ineficaz senda del funcionariado.