Ya ha empezado la campaña para hacer la declaración de renta de las personas físicas, justo en uno momento donde los contribuyentes vuelven a ser testigos de algunas de las tropelías a cuenta del erario público más bochornosas de los últimos años. Y aunque el pobre ciudadano de a pie ya esté habituado a ver cómo se las gastan los que administran nuestros dineros –y sus amiguetes–, entre pandemias, guerras e inflación galopante, parece que esto de llevárselo muerto sin doblar el lomo ya se nos había olvidado. Si alguien pensaba que la cultura del pelotazo era cosa del pasado, se equivoca. En nuestro ADN más puro está la picaresca en su más elevado y amplio significado.
Madrid vuelve a estar en la picota. Primero, con el hermanísimo de la presidenta Ayuso que tuvo la ‘suerte’ de obtener unas comisioncitas de varios cientos de miles de euros gracias a sus contactos cercanos con la administración autónoma. Asunto que investiga la Fiscalía Anticorrupción y que ha quedado en calderilla comparado con el mordisco del famosete Luis Medina, y el hasta ahora desconocido, Alberto Luceño. Dos jetas que unieron esfuerzos –por decir algo– para sacar un buen pellizco de varios millones de euros al ayuntamiento madrileño a través de la venta de mascarillas, guantes y otros artículos sanitarios de dudosa calidad en marzo de 2020. El enredo es tal, que posiblemente hemos perdido el hilo de lo que exactamente pasó. Si estos engañaron al consistorio, si fue la empresa malaya la que se burló de los comisionistas o, lo que es más probable, que los únicos estafados en toda este asunto hayan sido los madrileños. Y no son los únicos. En los primeros meses de la pandemia, la falta de material protector para el sector sanitario se convirtió en máxima prioridad para todas las administraciones de nuestro país. Se aligeraron los trámites legales para adquirirlo con el objetivo de que llegaran lo más rápidamente a hospitales, centros de salud, residencias y a los que luchaban en primera línea contra el Sars Cov-2. Empresarios, particulares, comerciantes y todo aquel que podía, arrimaba el hombro cosiendo telas para mascarillas, haciendo pantallas protectoras o produciendo geles alcohólicos, en muchas ocasiones, de forma altruista. Se vivieron momentos de angustia ante la falta de medios eficaces contra el virus. En este contexto, es todavía más lacerante comprobar que para algunos sus objetivos eran menos solidarios.
La acuciante necesidad de aquel momento no justifica la falta de control y despiporre de los que debieran haber controlado con más eficacia nuestros dineros. Justo ahora que nos toca poner blanco sobre negro en la declaración de la renta y que muchos tendrán que rascarse el bolsillo para quedar en paz con Hacienda.
Noticia de interés para los madrileños. ¿Qué le importa a Ibi En Ibi vive la familia de la víctima de Igualada a manos de un malvado que no merece el nombre de persona. ¿Alguien lo sabía Pues si, la hermana vive aquí. Pero como el caso no es del interés de Irene Montero y la izquierda en general, pues Ibi Mut. A ver las feministas si se mueven esta vez. Ah no, que no es español.
Me ha gustado mucho mucho el titular Escaparate es de mis preferidas. Un punto para el que lo haya hecho
Toni a jodemos ni puto caso y menos en Ibi solo son niños bien. Esos no saben como es vivir a la sovietica jaja y tampoco hablan de la bestia Boliviana si fuera de casa ojo cuidao y son colegas del PP