Dice el acervo popular, ‘dios, protégeme de mis amigos, que de mis enemigos ya me protejo yo’. Eso debió pensar el Ministro de Consumo, Alberto Garzón, cuando comenzó la campaña orquestada por los lobbys de la carne contra él, tras su entrevista publicada en un diario inglés hablando de la dudosa calidad de los productos que producen las macrogranjas en España y que el PP no ha dejado pasar por alto, ni siquiera algunos barones socialistas que han abanderado su comunidad autónoma en contra de los supuestos reproches del representante de Izquierda Unida a la industria cárnica.
Como ya es habitual, nuestro representantes públicos, sean del color que sean, aprovechan cualquier relajación del contrincante para arremeter contra él, aunque haya que inventarse el titular o tergiversarlo en su propio beneficio. No es la primera vez que Garzón ha tenido un desliz verbal tras hacer pública alguna opinión personal, como por ejemplo la tuvo con el sector turístico, donde le llovieron las críticas por todos los lados, quizá con mucha más razón que la que esta semana nos ocupa. Decir que la carne producida en macrogranjas es de menor calidad que el resto, nos es solo una obviedad, es que estas grandes infraestructuras ganaderas provocan, además, un perjuicio medioambiental, social y de sostenibilidad nefasto allí donde se instalan. Sin olvidar las pésimas condiciones en las que viven aquellos animales que posteriormente servirán de alimento a la población. Las líneas maestras de nuestros vecinos europeos para regular esta industria cárnica van en el sentido lógico de limitar y eliminar las macrogranjas por todos los efectos negativos que producen en el territorio donde se construyen.
Sorprende sobremanera la soledad con la que se ha tenido que enfrentar el ministro ante la poca empatía recibida por sus colegas de coalición. Ni siquiera el olvidadizo presidente Sánchez ha salido en su defensa y eso que al inicio de la legislatura apostaba abiertamente por una ganadería de menor escala, más sostenible y cuidadosa con el medio ambiente y por la reducción del consumo de carne, en general.
El circo montado a costa del pobre Garzón no es ni más ni menos que el preludio de unas elecciones castellano-leonesas donde todos los participantes, que se juegan mucho, apuestan fuerte.
Aquí tenemos nuestro particular ‘folclore’ con los macroproyectos que sobrevuelan en la Foia de Castalla y que tarde o temprano habrá que ponerse a ello para evitar que estas aberraciones urbanísticas, que solo favorecen a los grupos inversores que las impulsan, se instalen en nuestra extraordinaria comarca. Estaremos vigilantes.