La desaceleracio?n de los contagios por el covid y la vuelta a la (a)normalidad de hace unos meses ha sido el oportuno revulsivo para catapultar a todo el mundo a seguir haciendo lo que haci?a antes, esta vez con ma?s ansias si cabe. Ni los precios de los carburantes, ni los de la electricidad, ni las algunas desorbitadas ofertas del sector hotelero para recuperar el tiempo y el dinero perdido durante la crisis sanitaria, son obsta?culos para que el ciudadano medio salga zumbando hacia la primera playa que detecte su google maps o la fiesta popular ma?s cercana, si esta le pilla de paso. Ni siquiera las con- secuencias que la invasio?n rusa esta? provocando en la economi?a mundial es argumento suficiente para abandonar la idea de coger las maletas y viajar alla? donde nuestro bolsillo lo permita. Estamos calientes y vamos a aprovechar todo lo que podamos antes de que otra variante cojonera nos fastidie y volvamos a las castrantes restricciones de los u?ltimos dos an?os. Cada cual elige el ritmo de vida que su microeco- nomi?a personal le de? y las ganas de estresarse en la cola del embarque del aeropuerto o en la del buffet libre del ‘todo incluido’. Esa decisio?n es personal y libre. Nuestras sociedades occidentales se han acos- tumbrado a esto y es muy complicado revertir esta tendencia social que va a ma?s. Nos importa un pepi- no si nuestro i?mpetu aventurero acelerara? el cambio clima?tico o si el aumento de la demanda de produc- tos y servicios provocara? au?n ma?s inflacio?n. La Reserva Federal de EEUU y el Banco Central Europeo ya han tomado la decisio?n de subir los tipos de intere?s para que la demanda baje y asi? se contenga la locu- ra alcista del precio de las cosas. Y al que le pille en medio de una hipoteca y tenga que hacer frente, adema?s, a unos cuantos de cientos de euros al mes ma?s, pues ‘agua y ajo’, que para eso esta?n estos organismos tan sabios y diligentes que deciden cua?ndo, cua?nto y co?mo, cuando les interesa.
Escuchando a nuestros extraordinarios poli?ticos, cuesta saber si estamos ya en una crisis, en una simple desaceleracio?n econo?mica o vivimos en el pai?s de las maravillas. Con sueldos de seismileuristas, a ellos les importa un ra?bano que la gasolina este? por las nubes, y por supuesto, no dudan en conectar el aire acondicionado cuando la luz esta? en hora punta. O si, por culpa de los costes energe?ticos, hay que pagar un 30% ma?s en la pro?xima obra pu?blica. En pocos meses empezaremos a sufrir el calvario de una pre- campan?a electoral que va a tener como moneda de cambio este momento econo?mico tan u?nico e histo?- rico como el que ha tenido al mundo entero en vilo por un caprichoso bicho microsco?pico salido de un laboratorio que nos ha vuelto a poner los pies en la tierra. Y es que, de vez en cuando, conviene recor- dar que no estamos solos en esta aventura de la vida.