Pleitos tengas y los ganes. El sabio refranero español acierta en el significado de este refrán, ahora en desuso, pero que puede encajar en el caso que nos ocupa. No es la primera vez que Escaparate pone el acento en la falta de diligencia de la justicia, y en Ibi tenemos infinidad de ejemplos que contribuyen a apostillar esta opinión. Esta semana se ha conocido la decisión del Juzgado número 2 de Ibi donde se ha dado por zanjado el turbio asunto que originó la caída de unos los concejales del Partido Popular con más proyección, al menos en la villa juguetera. José Antonio Onsurbe, compañero de filas de Mayte Parra y Miguel Ángel Agüera, tuvo responsabilidades de peso la legislatura de la mayoría absoluta popular, entre los años 2007 y 2011. Una etapa de política local ibense que se caracterizó por las continuas disputas internas entre concejales del mismo color político, pero de tendencias opuestas. Ripollistas y campistas rivalizaban en sus respectivos feudos para obtener el poder a toda costa. Pero el resultado fue catastrófico para ambas partes.
Muchas de estas contiendas en Ibi acabaron en los tribunales, a saber: caso Ana Sarabia, pendiente de juicio oral; caso Antonio López, cerrado tras una admisión de culpabilidad; Teatro Río, sin resolver; el caso Ave, donde hay 16 imputados, y este último, el caso Onsurbe, que finalmente ha sido resuelto favorablemente para el exedil popular, tras 10 años en los archivos del juzgado.
Sin entrar en el fondo de la cuestión, que tendría contenido suficiente para otro editorial, lo verdaderamente trágico es la lentitud de la justicia en resolver estos temas donde hay un trasfondo social importante. No es justo, para el que lo sufre, que las sospechas de haber cometido un supuesto delito estén sin resolver durante tanto tiempo. Si al final la balanza se inclina en favor del acusado, es inmerecido por el tiempo que ha permanecido bajo sospecha. Si se hubiera demostrado su culpabilidad, sería la sociedad la primera damnificada. Si la justicia no es rápida en sus resoluciones, pervierte su propia esencia. Y esto no se puede permitir en una democracia avanzada, si la nuestra lo fuera.