Por J. J. Fernández Cano, escritor
Cuando se vive sumido en un desánimo casi absoluto, bombardeados por malas noticias, tendemos a aferrarnos a cualquier atisbo, a un gesto, por pequeño que sea, que nos ayude a abrigar la esperanza de que existe la posibilidad de salir del atolladero en el que estamos pillados, por lo que saber que en nuestra localidad, Ibi, el pasado mes de abril se ha saldado con 60 parados menos, hecho que en circunstancias normales no pasaría de ser fruto de las oscilaciones propias del mundo laboral, supone una bocanada de aíre fresco, ese clavo ardiendo que tanto necesitamos para no desfallecer, ese aliento que nos mantiene firmes en nuestro empeño por salir de la adversidad.
Y ya puestos a recopilar acciones esperanzadoras, merece ser destacada la designación de nuestra villa por la Consellería, a petición del departamento de Salud de Alcoy, para instalar un punto de vacunación en un pabellón del polideportivo ibense, que dará servicio a nuestra comarca durante unos tres meses, lo que supondrá un importante paso para mantener, e incluso mejorar, las previsiones a las que se aspiraba hace unos meses sobre las cotas que se pretenden alcanzar en este proceso de inmunización.
Aunque debemos ser cautos y no dormirnos en los laureles, puesto que la pandemia sigue entre nosotros, mordiendo aún a los que caen en sus garras y brotando de los rincones más insospechados, los valencianos tenemos muy justificados motivos para sentirnos afortunados, puesto que nuestra Comunidad es la que viene registrando los índices más bajos del Estado en sus acciones devastadoras. Tratar de encontrar explicación a esta bonanza comparándola con otras comunidades autónomas no sería tarea fácil, si acaso, se podría afirmar que, aunque los valencianos no hayamos respetado al completo las restricciones y normas de seguridad impuestas por las autoridades sanitarias y gubernamentales (quizás ninguna comunidad puede colgarse tal medalla), pero tampoco hemos destacado por protagonizar aglomeraciones tan escandalosas como se han registrado en otras autonomías.
Sea por las causas que sean, gocemos este alivio y, sobre todo, esforcémonos en conservar y mejorar esta situación en la medida de lo posible, teniendo en cuenta que el entusiasmo causado por esta situación de privilegio, puede llevarnos a bajar la guardia con riesgo de que nuestra buena marcha se frene o, lo que sería peor, que perdamos parte de lo ya conseguido con tanto esfuerzo y sacrificio. La experiencia nos muestra que salirse de las normas de seguridad se paga a muy alto precio.