Moisés Aparici Pastor, escritor
Espero no hundir ningún espíritu navideño, ni que nadie se quede enmarañado en ningún mar de sargazos. Me nace escribir acerca de apagar el silencio que rodea al prudente, o al cobarde, de cuando muere el ruido, o de esas caras que no tienen edad definida, o de aquellos días que mueren rápido, pero, aunque es Navidad, las sombras del virus persisten creciendo, trepan rápido. La locura camina entre nosotros, el asomo de ella son nuestros constantes despropósitos. Llega Navidad, aunque las olas, como de costumbre, muestran su cola de espuma.
Las distancias crecen y tantos recuerdos como teníamos aparcados en los cajones de la memoria, van y se desvanecen, el tiempo pandémico del virus hace nuestras culpas más intensas, y eso nos duele. Navidad, nos ha nacido el niño Dios, pero seguimos sin dar crédito a tantas sonrisas enlatadas, toda esa luminiscencia que nos atrapa serpenteando de calle en calle donde vivamos. Intercambiamos miradas céleres o desalmadas, y quisiéramos que nuestras palabras ganasen impulso para agradar a los demás, es Navidad y el frío sigue entrando bajo nuestras puertas, anda el tiempo, el virus se resiste a abandonarnos. Un amigo incuba un fibroma de Hopkins, pero no lo sabe, aunque a su redor, quienes le quieren mantienen su mirada seca de lágrimas, no sea que el enfermo se entere y, de la tristeza se muera con antelación. Feliz Navidad decimos, compartir algo de felicidad con nuestros semejantes nos es inherente, más las sombras en nuestras vidas crecen, como si el honor que atesorábamos y del que hacíamos gala, nos hubiese abandonado. No se escuchan carcajadas, podemos oler indecisiones y queremos poner palabras de énfasis en nuestros sentimientos y emociones. ¿Acaso no es Navidad? Pero ya nada es igual, andamos atrapados en una nebulosa y nuestra mirada no ve nada más que miedos y muerte. Con todo, es una fiesta eminentemente familiar, y eso no nos lo quita nadie, ni pandemia, ni miedos, ni crisis que valgan.
Celebrémosla, es Navidad seamos creyentes o no, nos aporta felicidad, gozamos de mejores sentimientos y disfrutamos de la cena de nochebuena deseándonos los mejores parabienes. Que ahora estemos atrapados bajo otra luz diferente, no es óbice para que queramos que la felicidad nos alcance a todos, ya volveremos en unos días a respirar el hedor de la rutina, pero ahora tenemos el derecho a deleitarnos con todos, es Navidad y nos sentimos gozosos. Vivamos contentos, miremos con dulzura a los demás, y elevemos la vista al cielo acordándonos de cuantos nos dejaron. Recordémoslos siempre y así nunca nos abandonarán. Feliz Navidad amigos lectores, la Navidad sólo se nos ofrece una vez al año, aunque los creyentes creamos que Navidad es el nacimiento de Dios cada día en nuestras vidas.