Por Vicent Garci?a i Pascual, exalcalde de Ibi
Ahora hace 40 años, el 19 de abril de 1979, se constituyeron en el Comtat, L’Alcoià, incluida la Foia de Castalla, los primeros ayuntamientos democráticos, el mayor número de ayuntamientos que lo hicieran en cualquier otra comarca. Al igual que en el resto de España, un puñado nada despreciable de mujeres y hombres, se disponían con gran emoción, y una no menor responsabilidad, a ocupar la primera trinchera de esa democracia recién conquistada, a escasos tres meses de que se hubiera aprobado la Constitución, y cuarenta años después de que se derogara violentamente la anterior.
Los partidos políticos apenas se habían consolidado, el Estado de las autonomías constituía todavía una entelequia en la nueva Constitución. En esas condiciones muy precarias, pero con una inmensa voluntad trasforma- dora, como en el resto del Estado, lo mejor de cada pueblo, en general, magníficas voluntades e inteligencias de la comarca, se aprestaban, en todos y cada uno de los municipios, a conquistar con la más sana de las intencio- nes y los mejores propósitos, esos ayuntamientos que durante cuatro décadas habían funcionado al margen de la voluntad popular.
Correspondía devolver a la institución democrática más próxima al ciudadano el protagonismo que nunca debiera haber perdido. Había mucho por hacer, mucho por recuperar, pero lo mas importante, impregnar de libertad, de ansias de progreso y de participación ciudadana a los municipios. Ese 19 de abril, después de que las Cortes Constituyentes aprobarán el Texto Constitucional, a expensas de que se materializara el Estado de las autonomías, la democracia se hacía realidad a todo lo largo y ancho del territorio; hasta en el mas recóndito de los municipios y concejos llegaba el espíritu y la letra de una de las constituciones mas progresistas de Europa. Al día siguiente tocaba recomponer la arquitectura de un edificio que se había abandonado varias décadas atrás.
Teníamos mucho por hacer, mucho trecho por recorrer, no solamente había que democratizar los ayuntamientos, sino que quedaba la ingente tarea de situar a nuestros municipios y ciudadanos a la altura de nuestros análogos europeos. Llevábamos atrasos de décadas en muchos aspectos. En estos 40 años, se han trasformado, en la mayoría de los casos, radicalmente la mayoría de nuestros pueblos y ciudades. Los gobiernos locales, en este tiempo, han hecho frente a muchas y nuevas necesidades que antaño eran inimaginables.
Pretendo, con ello, únicamente, poner en evidencia, con esta breve reflexión, un aniversario importante y excepcional para nuestros municipios, cuando se cumple, al tiempo, el paso de una generación que, si bien no conoció sus orígenes, sí que está siendo beneficiaria de tan notable desarrollo, y, por otro lado, poner de manifiesto la contribución a tan importantes logros, de quienes fueron destacados artífices en esta apasionante trasformación de nuestros pueblos y ciudades. De todos aquellos alcaldes y alcaldesas, concejales y concejalas que lo han sido en este tiempo y que todos conoce- mos en cada pueblo, algunos ya desaparecidos, y que, en general, han dado, o dieron, lo mejor de sí mismos por sus pueblos y por sus ciudadanos.
Desde Tollos hasta Alcoy, desde Alfafara hasta Lorxa y de Muro hasta Biar, pasando por todos y cada uno de nuestros pueblos, cuántos alcaldes y con- cejales se han dejado la piel, y cuántos ciudadanos de a pie, anónimos la inmensa mayoría, han contribuido a esta trasformación. No olvidándonos de la impronta y la decisiva aportación, en todo este proceso, del ‘movimiento vecinal’, de los sindicatos y de las asociaciones empresariales, todas instituciones democráticas, embarcadas en esa hermosa aventura de gobernar eficazmente los municipios y aumentar la calidad de vida de nuestros ciudadanos.
Pero hablando de ayuntamientos democráticos, los hubo desde el principio gobernados por todos los colores, y todos, sin excepción, anteponiendo el progreso de su municipio y de sus ciudadanos a cualquier otra circunstancia. En esa tarea han estado todos: unos al principio, otros al final y otros durante casi todo este tiempo.
Sin ánimo de ser exhaustivo, ni tampoco de excluir a nadie: quién no se acuerda del tío Pepe el de Alcocer, de Emilio el de Benilloba, de Pepe Barceló i Encarna Francés en Bañeres, de Cortell y mi querido Pepe Marset en Cocentaina, Vicent Berbegal y Juan Rico en Castalla, Pepe Sanus en Alcoy, Ximo Llorca en Muro, Salvador Miró en Ibi, Vicent Juan y Rozalén en Onil, Justo Román en Biar, Toni Mira i Jesús Ferrara en Tibi, el incombustible Jaume Pascual en L’Alqueria, Alfons Llorens en Planes, Pep Pascual en Alfafara, Pere Llorens en Lorxa... tantos y tantos, junto con sus concejales, incluidos los de la oposición, sin todos los cuales sería difícil imaginar el progreso de sus pueblos y ciudades.
Desde aquí un merecido y sentido homenaje a todos, incluidos los que no hemos mencionado, y que, sin excepción, con el concurso de sus ciudadanos han contribuido, hasta ahora, al progreso colectivo de esta hermosa y emprendedora comarca y, cómo no, al de nuestro país y nuestra comunidad.