Cada vez queda más claro que nadie sabe cómo frenar o al menos encajar el golpe de la pandemia del coronavirus. Todos esos países que se nos han puesto como ejemplo de buena gestión tienen las cifras igualmente disparadas y se diría que el maldito bicho está esperando cualquier descuido o relajación para propagarse.
¿Qué nos queda? ¿Resignarnos a que la mayoría nos vamos a contagiar sin remedio y no hacer nada? Casi me atrevería a asegurar que los gobiernos que tienen la fortuna de informar de menos casos es, sencillamente, porque no informan. A escala de España, ya vemos que la mejor manera de que baje el número de casos consiste en hacer menos pruebas PCR y tests de antígenos y, así, no detectar a los afectados. Ojos que no ven...
La primera lección que deberíamos aprender es que la investigación científica debe desarrollarse con más precauciones, porque experimentar con virus hasta crear uno fruto de mutaciones capaz de sobrevivir en todo el planeta, en tal variedad de condiciones climatológicas, físicas, etcétera, se ha demostrado que es poco prudente. ¿Por qué no se averigua y se arroja luz sobre el origen de este coronavirus? ¿Quiénes fueron los responsables y por qué se escapó el peligro desde un laboratorio? No solo para castigar a los culpables, también para adoptar medidas de seguridad que impidan que esto se repita en el futuro.
También debería servirnos la experiencia para no meter más tijera en la Sanidad pública, siempre mejorable como todo servicio, pero sin cuestionarla para destinar fondos a la privada, que debe apoyarse también, aunque no para sustituir a la primera.
Y ojalá nos escarmiente la pandemia para no seguir difundiendo bulos y alimentando el negacionismo como postura. Por más que le demos vuelta, a nadie beneficia una enfermedad letal que se irradia de esta manera tan aleatoria e imprevisible, tan tristemente democrática. No nos están engañando. Basta ya de medicamentos milagrosos, de teorías conspiranoicas sobre que lo que quieren es quitarnos la libertad. Llevar mascarilla a todas horas, no poder salir de noche... Todo eso no es más que el intento desesperado -y bienintencionado- de que no enfermemos todos a la vez y falten camas de hospital para tanta gente. ¿Eficaz al 100%? Y quién lo sabe. ¿Tanto nos cuesta? A los hosteleros y profesionales del turismo, en general, está claro que les toca la peor parte, pero la Administración debe echarles un capote económico para que aguanten el tirón. Los bonos de hasta 600 euros que ofrece la Generalitat Valenciana para irse de vacaciones parecen ayudar y, de hecho, se han agotado rápidamente. Eso sí, habría que consumirlos más adelante, cuando llegue por fin la vacuna. No hay otra que tomarse la pandemia como un paréntesis en la actividad económica normal y que dure lo menos posible. Sin prisas.