Por José Luis Fernández Rodrigo
A veces, el conflicto no tiene como desenlace resolver un problema, sino que se convierte en un fin en sí mismo, es decir, que a una de las dos partes -o a las dos- les interesa seguir a la gresca indefinidamente. Así ocurre en el caso del llamado “problema catalán” en España de un tiempo a esta parte. En apariencia, podría parecer que esos españolistas tan vehementes de PP, C's y Vox no tienen nada que ver con los no menos entusiastas independentistas del PdeCAT (antes CiU, no lo olvidemos) y Esquerra Republicana de Catalunya. Pero si se analizan un poco las lógicas de unos y otros se verá lo mucho que tienen en común, en especial, un objetivo que los une: mantener viva la “guerra”.
Por eso han votado juntos en el Congreso de los Diputados esta semana en contra de los Presupuestos Generales del Estado planteados por el Gobierno de Pedro Sánchez, con apoyo de Podemos y el PNV. A los de las senyeras, el himno de Els Segadors y el discurso de la “autodeterminación” les interesa mucho más tener enfrente en Madrid a los de las banderas rojigualdas, el “que viva España y viva el Rey” (algunos hasta prefieren el “Cara al sol”) y el discurso de “España se rompe”. Unos y otros tienen sus liturgias, símbolos y tics, pero en el fondo todo se resume en la Patria, que como ha pasado a lo largo de la historia de la Humanidad, lo justifica todo (en nombre de Dios también funciona).
En los últimos tiempos de ETA, el conflicto vasco perduró en parte porque les interesaba también a algunos terroristas que hicieron de la muerte su oficio igual que a ciertos responsables policiales que, de la misma manera, vivían bien gracias a esta guerra, con aquel cheque en blanco de los fondos reservados.
Ahora que aquello está superado -no muere nadie- en la vecina Catalunya han entrado en un camino sin retorno, me temo. Algunos lo resumen con la expresión de “cuanto peor, mejor” y no les falta razón, porque la aplicación del artículo 155 (que está previsto para emergencias y situaciones excepcionales, no por un referéndum esperpéntico sin garantías y una proclamación republicana sin el suficiente consenso) les vendría muy bien tanto a las tres derechas fanáticas como a los no menos fanáticos partidarios de los Països Catalans. Sus ideas excluyentes parten de que unos seres humanos deben plegarse a la voluntad de otros, están por encima, porque nacieron en una tierra u otra, cuando las naciones, los estados o como se quieran llamar, solo son términos geográficos, colores en un mapa que nos inventamos.
Por eso Pedro Sánchez y su PSOE, Pablo Iglesias con Podemos y algunos otros que intentan ser equidistantes, mediar y “dialogar” lo tienen tan crudo. No les van a aguar la “fiesta” a esos dos bandos irreconciliables, porque la “gasolina” que los nutre precisamente mana de ese enfrentamiento, de salvar a sus patrias respectivas.