Por J.J Fernández Cano, escritor
Sea por ritual religioso, por tradición o por ambas cosas, vivimos estas entrañables fechas navideñas en un ambiente eufórico que propicia los buenos deseos, augurios esperanzadores para el nuevo año que se aproxima, y, hasta nos brinda una válvula de escape a los amantes de la fantasía, a quienes albergamos este honroso vicio de verter en un papel los sentimientos que nos bullen por dentro, dando forma y alma a algún cuentecillo que vaya acorde con el ambiente o lo que llamamos espíritu navideño.
“En este caso, nuestro principal personaje es Luisa: madre de familia a la que se le presentan unos dolores de espalda que la obligan a acudir al servicio de urgencias, donde es auscultada al tiempo que se le practican unos análisis con el propo?sito de definir si la dolencia viene por alteraciones renales o traumatológicas. Se le prescribe un tratamiento con el fin de hacerle más llevaderos los agudos dolores que la aquejan, pero la cosa va a peor. Para lograr un diagnóstico veraz de su enfermedad, se precisa una exploración efectuada por aparatos para cuyo acceso habrá de pasar por dilatadas listas de espera.
Así transcurren cinco semanas en las que las visitas a urgencias (tanto a Ibi como al hospital Los Lirios de Alcoy) se suceden y caminan de la mano de dolores que ya rozan lo insoportable, hasta el extremo, de que el ya menguado ánimo de nuestra enferma se viene abajo: Luisa se cierra en banda asegurando firmemente que no quiere más urgencias, ni más médicos ni mucho menos más medicamentos. Su cuerpo, y sobre todo su cara, son la viva imagen de la desesperanza. Una vez más, la ambulancia la deja en urgencias de Virgen de los Lirios. En esta ocasión, el médico decide ingresarla de inmediato.
A partir de ahí, se le hacen las pruebas pertinentes hasta dar con el mal que la venía martirizando. Se le aplica el tratamiento adecuado y las cosas comienzan a ir a mejor hasta reducirse a unas simples molestias que van a menos al seguir el tratamiento adecuado. El comportamiento hacia la enferma por parte del personal sanitario durante su corta estancia en el centro hospitalario es intachable, digno de encomio”.
Este cuento, que no es tal, ya que se basa en unos hechos reales, nos muestra, por una parte, la franca decadencia en la que viene cayendo nuestra Sanidad Pública desde hace años, fruto evidente de una pésima administración gubernamental que nos ha puesto a la cabeza de Europa en kilómetros de autopistas por las que –en algunas de ellas– no circulan coches, y aeropuertos por los que en vez de aviones retozan liebres. Y nos muestra, asimismo, que el personal sanitario, casi en términos generales, hace gala de una esmerada profesionalidad; a pesar de las restricciones de medios a las que están sometidos.