Llevamos once meses de pandemia y, a tenor de los datos, parece que estamos dando palos de ciego. En la Comunidad Valenciana se ha vuelto a dar una vuelta de tuerca más a la economía local. Si ya se impusieron una de las medidas más restrictivas de todo el territorio español, ahora, con el cierre de toda la hostelería y del comercio no esencial en nuestra región a las 18 horas, va a llevar a muchos negocios a una situación extrema, muchos de estos con la decisión en el horizonte de pegar el cerrojazo definitivo.
Es cierto que la situación epidemiológica en muchos hospitales es de una gravedad máxima. Que los datos de fallecimientos y la incidencia acumulada en muchos municipios ha alcanzado cifras que hace tan solo un mes hubieran puesto los pelos de punta a los expertos, incluso a los más pesimistas. En la actuales circunstancias no queda otra que ser lo más precavidos posible con nuestra vida social, la poca que queda, y seguir a la espera de que las medidas surtan efecto más pronto que tarde. Pero lo que se hecha en falta es una previsión menos cortoplacista y una estrategia más acertada, a tenor de la cifras actuales.
En este número, Escaparate ha dado voz a algunos representantes afectados por las restricciones. Todos coinciden en la falta de previsión de la administración y en el rechazo de la criminalización a la que está siendo sometida especialmente la hostelería. Es comprensible el cabreo general del sector ya que después de acometer todo tipo actuaciones, reducciones de aforo, limpieza y desinfección de los locales permanentemente, acotamiento de horarios, ahora se les vuelva a colocar como foco principal del problema. Porque salvo algunas lamentables excepciones, todo indica que no es así. Las reuniones familiares en casas particulares y otros lugares privados han sido los principales focos de transmisión del virus en estas navidades. Eso ya lo saben cientos de familias donde prácticamente todos sus miembros se han contagiado durante estas fechas.
Ante la complejidad de la situación, las administraciones públicas está llegando tarde para dotar a este sector de medidas económicas y todo tipo exenciones fiscales que palíen el desastre que se avecina. No se puede exigir el cierre de una actividad comercial por decreto sin que haya un plan de ayudas en paralelo, riguroso y eficiente, que compense las pérdidas de sus propietarios. Actúen ya antes de que sea demasiado tarde.
No se ha contagiado nunca nadie en un bar, la película. Lo de las "lamentables excepciones" es una de esas frases que oímos veinte mil veces al día, y no significan nada. En todos los bares de Ibi que tienen público habitual, se han sentado cinco a la misma mesa sin mascarilla. No son excepciones. Esto ha pasado en todos. Y el motivo es que las normas de Navidad lo permitían. Déjense de conspiraciones, que en Ibi ya somos adultos, y en un día bueno, incluso sabemos atarnos los zapatos.