Por J. J. Fernández Cano, escritor
Pues sí, resulta lamentable, a la vez que vergonzoso para la Justicia de nuestro país, que haya tenido que enmendarle la plana al Tribunal Supremo otra justicia que sí hace honor a su nombre: el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Así de crudo nos lo ha mostrado esta alta instancia respecto de la sentencia contra el exjuez Garzón, inhabilitado en 2012, tras haber sufrido próximo a diez años sin poder ejercer una profesión para la que se solía entregar en cuerpo y alma, lo demuestra con creces la brillante y valiente carrera que venía desarrollando, no solo para nuestro país, sino que su eficacia y buen hacer se expandía, incluso, más allá de nuestras fronteras.
Pero su valor y exacerbado sentido de la justicia no encajaba aquí, donde los tentáculos de la corrupción alcanzaban, y aún quedan secuelas de su paso, hasta los cimientos de las más altas instituciones.
Por más que ahora, siguiendo el dictamen de la ONU, España indemnice a Garzón y elimine y borre los antecedentes que graban su buen nombre, nunca podrán resarcirle del gran daño causado en su carrera judicial, pues, a pesar de ser un hombre muy preparado en su oficio y no de los que se achican ante la adversidad, valores que dan motivos para esperar que retomará la carrera que tan brutalmente le cercenaron, no deja de ser una víctima más de los estragos causados por una Justicia encorsetada por presiones políticas.
Tampoco sería justo caer en el error de generalizar afirmando, ni siquiera insinuando, que en los tribunales españoles todo es malo, puesto que hemos tenido y tenemos magistrados que se han batido el cobre contra presiones de todo tipo y escasez de medios económicos, logrando sentar en el banquillo y hasta encerrar en la cárcel a personajes que parecían intocables. Aunque, desgraciadamente, sí son delincuentes probados todos los que están en chirona, pero no están todos los que son. Solo el tiempo y el rigor de nuestra Justicia pueden hacer posible que purguen sus culpas antes de que sus delitos prescriban.
Nos da una idea del escandaloso nivel de podredumbre que llegó a alcanzar el PP de Rajoy durante su mandato, que en casos como este en el que nos ocupamos del juez Garzón, así como el de las presuntas irregularidades fiscales del rey emérito don Juan Carlos, ambos asuntos de muy distinta índole pero de parecida envergadura, hayan tenido que salir a la palestra gracias a magistrados extranjeros (Justicia importada) por no gozar la nuestra de la imprescindible independencia que tan vital estamento requiere y merece.
Si si, para eso tenemos la independencia judicial. El tribunal de la ONU, no pinta nada ni pintará. La sentencia del Supremo fue firme. El magistrado prevaricó y fue condenado. Cayó en desgracia cuando se politizó y dejó de ser imparcial. No le nombraron ministro y despechado sigue. Ahora se lucra en dictaduras latinas y se arrima a la fiscal Delgado a ver qué puede lograr. Delgado está en la cuerda floja. Tiene los días contados. Amén.