Por J. J. Fernández Cano, escritor
Antaño se les llamaba gentes de oficio y el mundo del trabajo se componía, en gran parte, de trabajadores especializados en una determinada labor aprendida desde su adolescencia, en muchos casos, desde su niñez.
Esta diversidad de oficios iba desde el carpintero al electricista pasando por el fontanero y sin olvidar al zapatero remendón, al limpiabotas y al maestro albañil, por citar algunos de dichos oficios que cubrían las más de las necesidades de aquella sociedad no tan lejana.
Las nuevas tecnologías han introducido cambios importantes que piden a gritos personal especializado para su desarrollo, y los avances en el aprendizaje para cubrir dichas necesidades no han ido ni van acorde con lo que se precisa, se implementan improvisando, a remolque de las circunstancias, aprovechando que siempre hay trabajadores y trabajadoras que, empujados por su afán de aprender, se emplean a fondo en hacerlo sobre la marcha, siguiendo el cantar del poeta: se hace camino al andar.
Esta escasez de mano de obra especializada está causando un daño irreparable en nuestro país; son cientos de talleres y pequeñas empresas las que no pueden cumplir con sus pedidos por esta causa. En nuestra comarca, sin ir más lejos, se necesitan camioneros, jefes de almacén y otras muchas especialidades para las que no es nada fácil encontrar profesionales que las cubran.
Está más que justificado que buena parte de las actividades mentadas al comienzo de este escrito han ido transformándose, e incluso desapareciendo y con ellas, los oficios que hacían posible su elaboración, lo que requiere que el aprendizaje para acoplarse a esos cambios, se adapte a las nuevas necesidades.
Uno de los sectores que mejor conozco (puesto que en él ha transcurrido la mayor parte de mi vida laboral) es en un taller cuyos comienzos fueron la elaboración de carpintería metálica y cerrajería. De esto hace más de cuatro décadas, tiempo en el que su evolución ha sido permanente, abriéndose a nuevos trabajos que iban surgiendo que, aunque no se salían del ramo básico del metal, diferían de lo hasta entonces conocido, lo que obligaba a utilizar nuevos materiales, nuevas máquinas-herramientas y nuevas formas de trabajar, lo que nos lleva al meollo de la cuestión, o sea, al gran problema que nos ocupa: hay quienes se acoplan a los nuevos trabajos aprovechando la profesionalidad adquirida y los hay que aún no han aprendido del todo lo ya practicado, con lo que una considerable parte de la plantilla son aprendices. Resumiendo: hacen falta profesionales para cubrir los pedidos de este y otros talleres parecidos.