Si la ciudadanía no tiene bastante con los sobresaltos a la que está siendo sometida por la actual situación de la pandemia, ahora se la vuelve a castigar con el disparate de tirar hacia adelante unas elecciones catalanas inoportunas, irresponsables y casi podríamos decir delictivas. Convocar unos comicios autonómicos en apenas dos semanas en Cataluña se antoja una verdadera insensatez se mire por dónde se mire. Cuando cada día la cifras de fallecidos alcanzan una media de más de 400 personas, en un momento en el que la incidencia acumulada en muchos territorios de España supera los 1.000 casos por cada 100.000 habitantes, –la Unión Europea aconseja el confinamiento en las ciudades con una incidencia superior a 500–, donde cientos de miles de personas están obligadas a guardar cuarentena, muchos bajo la amenaza de cuantiosas sanciones económicas, los hospitales colapsados, la mitad de la hostelería cerrada a cal y canto, todo el comercio local limitado en aforos y en horarios, el sector turístico tocado de muerte, la cultura, el deporte, las fiestas, pocos gremios se salvan de un situación tan extrema como la actual, que aumenta en intensidad no solo por la cifra de contagios diarios, sino por su duración en el tiempo.
¿Cómo es posible que todos los ciudadanos contagiados por covid estén obligados a permanecer en sus domicilios y el próximo 14 de febrero se les permita ir a votar, con todo el riesgo que va a suponer tener a miles de personas deambulando por metros, taxis, ascensores emitiendo aerosoles y elevando el riesgo de contagios exponencialmente?
Y si esto fuera poco, el colmo de los despropósitos se lo lleva el exministro de Sanidad Salvador Illa que ha dejado sus competencias como máximo responsable de la pandemia en nuestro país en un momento extremadamente complejo, con una gestión de crisis sanitaria muy discutible, en la cresta de la tercera ola y con el plan de vacunación embarrancado sine die.
Toda la comunidad científica ha puesto el grito en el cielo ante semejante dislate de movilizar a cientos de miles de catalanes para unas elecciones autonómicas. Por muy legales que sean, llevar a los ciudadanos a votar dentro de pocos días es todo un ejercicio de absoluta imprudencia que se traducirá, matemáticamente, en más contagios y lo que es peor, en más muertes. Una responsabilidad que deberán asumir estos que ahora que nos piden que vayamos a votar para después decirnos que nos quedemos en casa. Tan contradictorio como lamentable.
Datos sobre el Covid-19 Cataluña a 28 de enero de 2021: 2.904 hospitalizados. 700 UCI ocupadas. 529 muertos en últimos siete días.
Me parece de vergüenza toda esta situación, encima que uno de los candidatos que se presta a este circo sea un exministro de sanidad que ha tenido que librar batalla con esta pandemia, me quedo sin palabras. Al final nos damos cuenta que somos número y no personas. Qué pena de políticos. Por el dinero baila perro Sr. Salvador Illa.
Illa y todos los que se suman a esta fiesta de unas elecciones que nunca deberían de celebrarse en la actual crisis sanitaria. No me imagino los colegios electorales, con interventores de los partidos, policías, vocales y presidentes de mesa esperando que vengan los contagiados que deben guardar cuarentena desparramando virus. Y la Justicia catalana diciendo que no ningún motivo para anularlas. Después quieren que la gente se queda en casa y que no haga botellones. Nos toman por tontos.