Por José Luis Fernández Rodrigo, periodista
Ya tenemos un “cambio de ciclo” político a la vista, media España está frotándose las manos porque a Pedro Sánchez va a morder el polvo como su partido en Andalucía y tal vez acierten. En parte, sí que se va a repetir la secuencia: el PSOE puede quedarse más o menos con los mismos votos, pero el PP va a recuperar los votos del “partido espejismo” Ciudadanos y, con ese cambio de proporciones en el respaldo electoral, podría haber relevo en el poder nacional también (o poder estatal, como quieran llamarlo los nacionalistas).
El juego democrático tiene estos vaivenes perfectamente legítimos y nada hay que objetar para quienes creemos en la soberanía popular. Otra cosa son los análisis tan creativos que estamos viendo de esta evolución, cuando hay mucha menos poesía de la que se ve en estos agoreros del resurgimiento de la libertad después de este apocalipsis tenebroso que sufrimos por el Gobierno bolivariano, “Frankenstein”, medio terrorista, etcétera.
¿Alguien sabe cuántas medidas ha adoptado Juanma Moreno para mejorar la vida de los andaluces en su primer mandato? He oído como su principal virtud la “moderación”, pero sin concretar para qué. ¿Ha suprimido ya de una vez aquellas peonadas del PER con las que media Andalucía “nos robaba” a todos los españoles viviendo del cuento (a los catalanes, más, claro)? ¿Se han terminado todas esas subvenciones y ayudas hasta para cambiar la taza del wáter, el clientelismo con el que el PSOE había comprado votos para aferrarse al poder?
Me da a mí que no. Entonces, ¿habría que pensar que todos esos ingenuos electores que se dejaban comprar el voto por los socialistas, ahora echan la papeleta a los populares? Ha habido un trasvase de votos importante, tal vez entre 100.000 y 200.000 de un partido a otro, según los análisis.
A la izquierda del PSOE, vuelve el cántaro a la fuente: eran pocos y encima peleados, para variar. Esa reflexión tan conformista que suele hacerse de que “la división de la izquierda surge de su espíritu crítico” ya no cuela. Los votos sumados de Por Andalucía y Adelante Andalucía (si es que se calcan hasta el nombre, aparte de los objetivos) se acerca a los de Vox, la “gran esperanza blanca” de los puristas de derechas. Pero al presentarse por separado a las elecciones y, sobre todo, después de dar esa imagen lamentable de banda o grupo incontrolado, grupúsculo o pachanga, su cerca de medio millón de votos se han quedado en miseria de escaños en el Parlamento andaluz.
Como Yolanda Díaz repita un vodevil del estilo en el mapa nacional, ya debe estar Feijoo preparando las maletas para mudarse a la Moncloa.
Por cierto, ese 42% de andaluces que no han ido a votar -que se dice pronto, son casi la mitad- ¿a qué aspiran?
Con todos estos ingredientes, la verdad y sin restar mérito a Juanma Moreno, me parece que su triunfo se sustenta más en el desastre que tenía enfrente entre sus rivales y en el abstencionismo de muchos de sus paisanos que en un entusiasmo generalizado con su gestión.