Salvando la distancia temporal, la Ley Seca impuesta en los años 20 en EEUU no solo no frenó los estragos que hacía el alcohol en la salud de los americanos sino que convirtió al país en un hervidero de bandas, traficantes y mafias que hicieron su agosto durante más de 12 años. Los muertos por consumir bebidas espirituosas se cambiaron por fallecidos a causa del crimen organizado y otras causas derivadas de la mala calidad de los licores consumidos. El resultado tras su derogación fue catastrófico para la sociedad americana.
En nuestro contexto, una de las normas impuestas a consecuencia de la crisis sanitaria que más controversia ha suscitado ha sido el decreto del toque de queda. Aunque los negocionistas defiendan la idea de que esta medida restrictiva ha servido para controlar a las masas a través de un ‘plan’ ya preestablecido, lo cierto es que esta norma de obligado cumplimiento en todas las autonomías durante muchos meses ha ayudado a que la pandemia no se descontrolara todavía más de lo que ya lo ha hecho. Ahora estamos en otra etapa de la crisis del coronavirus donde el ocio nocturno cobra un protagonismo especial. Cada territorio en España podrá decretar el horario de apertura y cierre de bares y discotecas sin que haya una medida que unifique ese criterio. Decisión que ha sido tomada por la ministra de Sanidad tras la negativa de varias autonomías a no cumplir con un horario común. A pesar de que los contagios siguen su tendencia positiva a la baja, ahora nos encontramos ante un dilema que supondrá otro quebradero de cabeza para expertos y administradores de la salud pública. ¿Cómo vigilar a los cientos de miles de jóvenes, y no tan jóvenes, cuando los establecimientos de ocio nocturno cierren sus puertas? En esta situación, nos encontraremos botellones ilegales difícilmente controlables que surgirán en cada ciudad sin que pueda hacerse demasiado para evitarlos. Es lógico que tras más de un año limitando los movimientos a los ciudadanos el cuerpo ahora pida recuperar parte del tiempo perdido, pero también es razonable pedir prudencia a aquellos que se lanzan a la aventura nocturna sin pensar que todavía el virus anda suelto. No hay que bajar la guardia porque todavía queda camino por andar. Cautela y sensatez, esto todavía no ha terminado.