Por J. J. Fernández Cano, escritor
El gran problema del coronavirus ha eclipsado los múltiples y graves problemas que aquejan al mundo en general y a nuestro país en particular, problemas que hasta hace menos de un año ocupaban las portadas de los periódicos y los titulares de los noticiarios televisivos. Ya apenas se habla de la despoblación de las zonas rurales, de los graves problemas por los que pasa nuestro sector agrario, de la inminente amenaza del cambio climático y de la saturación de los juzgados por la enorme afluencia de procesos instruidos por delitos de corrupción, en su mayor parte por corrupción política, entre otros muchos asuntos de no menos enjundia.
Sí, hasta eso ha padecido el confinamiento, ese término tan utilizado últimamente que ya nos suena a sentencia inapelable. Otro de los muchos problemas que nos acuciaban antes del Covid era -y supongo que continúa siendo- esa España vacía, o vaciada, como suelen llamar. Ya no se dice ni pío de su vaciedad o vaciamiento; ¿este asunto se habrá solucionado solo? No, el problema sigue ahí aunque tal vez no sería descabellado pensar que ante la incertidumbre que se nos plantea sobre lo que puede durar esta situación angustiosa que estamos viviendo con la pandemia, y contando con las nuevas técnicas que permiten realizar trabajos en casa -el teletrabajo- una considerable cantidad de familias, contando con algunas ayudas estatales o autonómicas, tendrían ocasión de cambiar la estrechez de sus actuales viviendas y el hacinamiento al que obliga diariamente la convivencia en las grandes urbes por espacios más abiertos y saludables.
El problema de la corrupción durante el mandato de Rajoy llegó a alcanzar proporciones colosales, hasta tal punto, que ni siquiera el coronavirus ha sido capaz de mantenerlo confinado del todo, se desborda como olla hirviendo dejando escapar la fétida espuma de casos como las tarjetas black, el caso Púnica, la Gürtel y los presuntos tejemanejes millonarios del Rey emérito como guinda de la “suculenta tarta”, sin olvidarnos los ERE de Andalucía, aunque sus autores no sean gentes del PP de Rajoy, ni tampoco del actual PSOE de Sánchez.
Es comprensible que la atención, tanto informativa como judicial, se centre en el gravísimo problema sanitario-económico que tenemos ante nosotros, dicen que siempre hay que acudir a tapar la gotera más grande, pero también es conveniente mirar por el rabillo del ojo el espejo retrovisor y tratar de dar solución a asuntos que durante años, han supuesto una lacra para nuestro país, una sangría de millones saqueados casi con absoluta impunidad, un daño ya irreparable, a España, a la parte más vulnerable de nuestra sociedad como son amparo social para los más necesitados, Sanidad Pública y Educación, entre otras necesidades.