Por J. J. Fernández Cano, escritor
Todo -o casi todo- es discutible, exceptuando, claro, cuestiones que no admiten vuelta de hoja, solo pueden definirse con un sí o un no, con un blanco o un negro.
Temas a debatir como podrían ser el aborto, la eutanasia, o hasta dónde termina la libertad de expresión y empieza la difamación o injuria ofensiva, entre otros muchos, abren encrespadas polémicas en las que ambas partes pretenden tener la razón absoluta, ignorando que tal virtud apenas si existe, ya que en un mismo caso, pueden influir sentimientos humanitarios, ideologías políticas, religiosas conciencia social y hasta puro egoísmo económico, lo cual hace que el tema en cuestión derive y dependa de la parte más diestra al exponer sus argumentos.
Lo dicho viene al hilo de la cacería de arruis (auspiciada por los ayuntamientos colindantes del Parque de la Font Roja) con el fin de disminuir el exceso de animales de dicha especie en nuestras sierras y campos de cultivo. Esta decisión, celebrada por unos y criticada por otros, se acopla y en cierta medida podría servir de espejo a lo ya expuesto, con el fin de mostrarnos que en este asunto concreto y otros parecidos que marcan nuestro día a día, ambos contendientes tienen parte de razón, pero no toda.
He tenido la dicha de contemplar en una noche veraniega de plenilunio, en un altozano que antaño hizo de era de trilla en el llamado Carrascal de Anselmo, y adoptando las pertinentes medidas como el sigilo y la dirección del viento, un pequeño rebaño de estos impresionantes animales; algunos de ellos amamantando a sus crías. La estampa era de una belleza magistral. Les aseguro que lo que sentí era cualquier cosa menos liarme a tiros con semejante visión.
Pero estoy seguro que mi buen amigo Paco Catalá, agricultor de Planes, cuando una mañana encontró sus dos hileras de cerezos jóvenes -injertados de un par de años y con su primera cosecha a la vista- destrozados a cornadas y mordiscos por mis bellos animales, sí la hubiera emprendido a tiros o estacazos hasta dar fin de ellos.
La caza, un tema también muy polemizado, es una vieja herencia que, en mayor o menor medida, llevamos en los genes, puesto que somos omnívoros, nuestra dieta se compone principalmente de verduras, semillas y carne, y para comer carne había que matar, no siempre se ha encontrado este alimento en los supermercados, ya listo para su consumo. Tengo otro amigo, un viejo cazador, que bastante a menudo me regala un par de conejos, que mi esposa y yo desollamos, adobamos y dejamos serenar para lograr unos platos de verdadero lujo. Y ya me ha comentado en más de una ocasión: el día que no aceptes mis conejos, me quito de cazador, porque en casa nos resulta muy desagradable quitarles la piel y a mí, pues... eso de matar por puro capricho ya me va viniendo cuesta arriba.