Por J. J. Fernández Cano, escritor
Está sobradamente demostrado que el Gobierno de Sánchez es una carrera de obstáculos; cada paso que da tiene una piedra esperándole con el fin de que tropiece y se rompa la crisma: me refiero a la oposición o, tal vez sería más acertado decir a los varios frentes de oposición con las uñas afiladas y listas para tirarle a la yugular.
Es desalentador que los partidos de derechas, ante su vaciedad de propuestas o ideas para afrontar los desafíos que se plantean en nuestro país, echen mano del socorrido recurso de emplear sus energías y talento (virtudes que no demuestran tener muy desarrolladas) en despotricar contra el actual Gobierno intentando, con una lamentable escasez de argumentos, ponerlo como hoja de perejil, como el mayor enemigo de España. Ya tienen muy manido aquello de acusar a Sánchez de okupa de Moncloa, felón, golpista y otras lindezas escogidas del más selecto lenguaje hiriente y ofensivo, ahora centran sus fuerzas en denostar todo lo que el Ejecutivo hace o propone, sea lo que sea, sin pararse siquiera a estudiar la conveniencia o no de ser aplicado.
Esta oposición del no a todo lo que haga o proponga el Ejecutivo anda ahora dedicada a roer el asunto de los indultos concedidos a los catalanes que protagonizaron la charlotada de nombrarse república durante unos segundos, lo que les reportó, además del estrepitoso fracaso, más de tres años de cárcel. Ahora, esa medida de gracia para sacarles de prisión es una acción que bien podría fructificar como acercamiento entre institucionalistas y costitucionalistas. Y cómo no, la oposición la califica como traición a España.
De lo único que no se le acusa a Sánchez -todavía- es de corrupto, lo que a muchos que consideramos la honradez como virtud muy a tener en cuenta en la lista de valores de un político, nos lleva a abrigar la esperanza de que continúe sin caer en tal vileza.
Este nuevo PSOE pasó y continúa pasando por situaciones francamente difíciles, una de ellas, y no pequeña, el tener en contra a la mayor parte de sus antiguos correligionarios, nostálgicos del pasado bipartidismo, que resultó nefasto para nuestra democracia. El año y medio largo que venimos sufriendo este azote implacable de la pandemia, con sus tremendas consecuencias en pérdida de seres humanos, actividades sociales de toda índole y repercusión económica, ya es suficiente para quemar a cualquier gobierno. Pues a pesar de los muchos y graves problemas pasados y por pasar y de tener que lidiar con una oposición que va a por todas, tengo el pálpito de que el maldito coronavirus irá siendo dominado, llegará a estabilizarse la cuestión económica y este Gobierno nuestro completará su legislatura. Personalmente, deseo que así sea.