Las redes sociales y los nuevos canales digitales en nuestra sociedad, han impregnado el comportamiento en nuestra vida cotidiana y la forma de comunicarnos con nuestro entorno global. Estas herramientas de difusión se han convertido en el nuevo paradigma para establecer originales relaciones entre el emisor del mensaje y el receptor. A simple vista, parece que estas novedosas formas de comunicación, y todas sus variantes, son un gran avance democrático solo comparable con la invención de la imprenta de Gutenberg, en el siglo XV. Pero estos cambios aparentemente positivos también tienen su cara B.
Con estas nuevas herramientas se permite elaborar un perfil de los usuarios como nunca antes se había hecho. Gustos personales, hobbys o inclinaciones políticas son datos que se ponen a disposición de las empresas propietarias de estas plataformas on line con solo marcar la casilla ‘acepto las condiciones de uso’.
¿Es lícito poner en circulación información personal de los usuarios con el objetivo de dirigir sus opiniones o decisiones en ámbitos de diversos? Parece que sí. El mejor ejemplo fue la campaña de manipulación, o fakes, en favor del Brexit, orientada a influir para que el Reino Unido abandonara la Unión Europea. Y funcionó.
En este contexto, el gobierno de Sánchez-Iglesias ha tenido la brillante propuesta de crear un ‘Ministerio de la Verdad’, a lo ‘orwelliano’, para combatir las fake news y neutralizarlas. Parece, a priori, una buena idea si no fuera porque, implícitamente, la función principal de este nuevo organismo será controlar los distintos canales, incluyendo a los medios de comunicación. Una verdadera desfachatez que atenta contra la misma esencia de la democracia y descompone el derecho a la libertad de expresión, información y opinión. Si lo que se pretende es controlar la información para no contaminar el debate público con el objetivo de manipular a los ciudadanos, nuestros gobernantes deberían empezar por controlarse a ellos mismos. En lugar de crear ministerios ficticios para que nos digan qué es verdad y qué no, construyan de una vez un proyecto educativo renovador que busque el aprendizaje de los más pequeños para obtener una mejor compresión ante los nuevos retos de la sociedad de comunicación y ayuden a desarrollar una opinión crítica ante el amplio espectro mediático actual, en todos sus niveles y peligros.
Por lo tanto, no se preocupen señorías, nunca publicaremos que beber lejía es un remedio eficaz contra el coronavirus, se lo podemos asegurar.