Si no fuera por la que hay liada en España con la pandemia, lo de Cataluña podríamos tomarlo a risa.?Después de las inoportunas elecciones autonómicas, ahora los ciudadanos están siendo testigos de la división escenificada entre los Esquerra y Junts por el control del Parlament Catalán. Una suerte de maniobras estratégicas dirigidas desde Waterloo para poner en aprietos a sus, hasta ahora, socios independentistas e intentar tener un mayor control de una legislatura que todavía está por arrancar. Y ahí siguen tras dos intentos fallidos de nombrar a Pere Aragonés como president. Todo se ha paralizado sine die durante dos meses como máximo y con la sombra de convocar unas nuevas elecciones si no se consigue un acuerdo in extremis.
Las tribulaciones de unos y otros están empezando a acabar con la paciencia de un sector del independentismo que ahora ve este teatro político como una pantomima del fugado Puigdemont para seguir sus tácticas bélico-políticas al margen de lo que acontece en toda la sociedad catalana, al igual que en el resto de España. Una crisis sanitaria que se alarga más de lo esperado y que cada día deja más tocada la gran economía catalana a cuenta de este incomprensible desacuerdo independentista. Con unos presupuestos por aprobar y todas las leyes paralizadas, el actual gobern abandona a su suerte a miles de autónomos y empresas que están al límite de la desesperación y que necesitan ayudas urgentes para paliar los efectos de la pandemia. ¿Para esto se convocaron las elecciones?