La salvaje agresión homófoba a dos vecinos de Onil a plena luz del día en Valencia ha vuelto a poner el foco de atención en la intolerancia de unos pocos. Una salvajada que ha tenido una repercusión medíatica más allá de nuestras fronteras regionales. La indignación y el rechazo, especialmente de la sociedad colivenca, ha sido unánime. La manifestación convocada por el Ayuntamiento Onil fue respaldada por cientos de vecinos que se unieron no solo para decir basta a este tipo de actos absolutamente deleznables, sino también para trasladar el apoyo, cariño y solidaridad hacia José Luis Sanchis y Sergio Vicente García, vecinos muy conocidos en la localidad por sus creaciones en el ámbito fallero.
Esta absurda agresión tiene todavía menos sentido si, tal y como relatan sus víctimas, se añade la pasividad de algunos testigos que presenciaron los hechos sin inmutarse en absoluto ni socorrer de una manera u otra a los agredidos. No sabemos las causas de esa inacción, pero lo cierto es que la sociedad tiene todavía un trabajo individual y colectivo por delante. Todos los ciudadanos tienen el derecho de convivir en paz, sea cual sea su condición sexual, religiosa, procedencia o color de piel. La libertad de elegir entre lo que cada uno quiere ser o es, sea por la causa que fuere, está por encima de cualquier otro concepto humano. Y no es una cuestión de tolerancia, puesto que ello implica que el que tolera tiene una ventaja sobre el que es tolerado. Es un tema de igualdad, de respeto, pero sobre todo, de convivencia en todas direcciones.
Queda mucho camino por hacer y educación que repartir a aquellos que se alimentan de un incompresible e irracional odio hacia lo que ellos creen inferiores o simplemente diferentes. La sociedad en su conjunto debe unirse ante estos actos y seguir trabajando para que estos demenciales hechos no vuelvan a repetirse. También, para arrinconar y aislar a estos energúmenos que sacian su ira a golpes y que no tienen otra respuesta que aplicar todas las leyes que sean necesarias, o modificarlas, para disuadirlos de seguir actuando como verdaderos animales.