Una vez más centramos la mirada hacia el actual vicepresidente del Gobierno que ha vuelto a la carga con unas declaraciones que han levantado una polvareda a cuenta de los medios de comunicación privados. Y aunque las intenciones del líder de Podemos tengan un sustento casi utópico y un recorrido más que complejo y difícilmente aplicable, el mensaje que pretende enviar al sector mediático y a los ciudadanos merece una reflexión y una respuesta razonada.
Juguetear con la posibilidad de que el gobierno de nuestro país sea capaz de ‘anular’ a los grandes medios de comunicación privados y lleve a su control desde el poder político es tan absurdo como peligroso desde el punto de vista de la libertad de prensa y un disparate que arremete contra uno de los pilares fundamentales de cualquier democracia desarrollada. Esa misma que criticaba hace pocas semanas por la supuesta debilidad de nuestro sistema actual. ¿Pablo Iglesias piensa realmente que ese supuesto de verificación o control mediático iba a mejorar la democracia? ¿Serían nuestros administradores que gestionan nuestro dinero público los que decidirían titulares o cuál es la noticia más relevante en cada momento? Eso es una auténtica desfachatez. Claros ejemplos de mala gestión y peor línea editorial los hay en las televisiones o emisoras públicas que están directamente controladas por los gobiernos de turno. Sin irnos muy lejos, en nuestra comunidad autónoma tenemos una perfecta demostración de cómo el poder político acaba con una televisión pública, ahogada por las millonarias deudas que todavía seguimos pagando los ciudadanos y con una credibilidad bajo mínimos. Canal 9 no solo fue un pozo sin fondo con una deuda que superaba los 1.000 millones de dinero público, se convirtió en un desfigurado medio público que se utilizaba para tapar las vergüenzas de los gobiernos de uno y otro lado del espectro político en sus años gloriosos.
Es cierto que desde 2008, el sector mediático privado vive una crisis estructural de complejidad histórica que lo ha llevado a cambios de estrategia de gran calado, pero no hay que olvidar con los medios tiene un labor de contrapoder y de control de las irresponsabilidades de los gobiernos que a menudo pervierten la democracia en su propio beneficio. Cada televisión, emisora o periódico tiene sus líneas editoriales que pueden gustar a unos y a otros no, en función de sus ideologías o creencias. Pero una democracia madura se basa precisamente en esa discrepancia, en el desarrollo del pensamiento crítico analizando la información que llega desde varios puntos de vista y que permite una alternancia de poder. Es ahí donde deberíamos de incidir, en desarrollar esa sana reflexión a través de estamentos sociales como la educación. Todo lo demás es profundizar en el error señor Iglesias.
Que este personaje sea vicepresidente del Gobierno de la Nación, es la prueba objetiva de que en España tenemos "anomalía democrática". Este partido de farsantes debería cruzar el Atlántico para ver complacidos sus "sueños húmedos". Tarde o tenprano el Psoe y futuros votantes los pondremos en su sitio, es decir, fuera de las instituciones que vienen ensuciando y crispando desde su llegada. No tendrán el placer de decidir lo que es libertad de expresión y lo que no.