Nuestras vidas cambiaron a partir del 14 de marzo de 2020. Nadie entendía cómo es posible que un virus que llevaba varios meses pululando en Asia llegara hasta nuestra acomodada sociedad occidental y lo paralizara todo.
Dos semana antes, todo parecía normal y las autoridades sanitarias y los expertos auguraban unos pocos contagios que no iban a significar nada en el contexto social y económico de nuestros país. Nada de esto fue así. Los primeros días del confinamiento domiciliario supusieron un shock en la vida cotidiana de todos y un freno al ritmo económico a todos los niveles, obligando a los comercios y empresas no esenciales a cerrar la persiana sine die.
La prensa, sector esencial, se convirtió en un oasis informativo ante la avalancha de acontecimientos que desbordaban las redacciones. El periódico Escaparate, ante esta situación inédita en la historia reciente del periodismo de cercanía dio un paso adelante y continuó editando el periódico en papel, además de sus canales digitales y web, a pesar de todos los inconvenientes que se avecinaban ante el colapso económico y de movilidad que se venía encima sin tener claro su fecha de finalización.
Cumpliendo con su obligación de informar, el periódico hizo un esfuerzo como nunca antes se había hecho ante las lógicas limitaciones que se imponían.
Cierre de instalaciones públicas en la comarca
El 12 de marzo, un decreto de Alcaldía en Ibi obligaba a cerrar todas las instalaciones municipales, ha suspender las actividades culturales, deportivas y asistenciales hasta el 14 de abril.
Por contra los centros de Alzeimer, ACODIP, AFEM, ADIBI, BABILÓN y SOMRIU se mantenían abiertos prestando los programas del área de Servicios Sociales, debiendo adoptar las empresas responsables las medidas necesarias para la protección de sus trabajadores y usuarios.
Por su parte, Onil suspendía el Mercado Municipal, restringía el uso de algunas instalaciones públicas y aplazaba la presentación de cargos de Moros y Cristianos, el pregón, las Retretas y la Volta que pasaban a celebrarse en el mes de abril a la espera de la que la evolución de la pandemia permitiera organizar finalmente las Fiestas de Moros y Cristianos a final de abril.
El resto de municipios en la comarca seguía la tendencia lógica de suspender todas las actividades programadas hasta el 31 de marzo. Actos festivos, culturales y deportivos se aplazaban durante los primeros quince días del estado de alarma.
A partir de ese momento, el contenido del periódico pasaba a ser excepcionalmente monográfico sobre el covid y todas las consecuencias que iban a afectar al ámbito social y económico de la comarca como nunca otra crisis había producido.