Para tener una salud a prueba de bombas hay que ser autónomo. El chascarillo viene a confirmar la heroicidad de este colectivo que tantos varapalos ha recibido y sigue soportando de la administración. El Ministro de la Seguridad Social, Manuel Escribá, ha anunciado las próximas modificaciones en cuanto a las cotizaciones para los autónomos a partir de este 2022, con previsiones de aumento hasta el 2031. Según los datos presentados, la subida estará en 120 euros y 250 anuales, poco si se cuantifica de forma aislada, pero sumado a los incesantes obstáculos con los que se encuentran actualmente los autónomos, es una gota más en un vaso ya muy colmado.
Esta decisión de subir las cotizaciones se hace al margen de las asociaciones del gremio, sin tener en cuenta la delicada situación económica actual por la pandemia, de los aumentos de los últimos años en la cuota, de las subidas de los carburantes y de la luz que hacen verdaderos estragos en los balances contables de cada uno que lo sufre.
Este lamentable escenario convierte al pequeño autónomo en un superhéroe que desde el minuto uno que toma la decisión de montar una pequeña empresa, comienza su particular calvario. Primero, por toda la burocracia a la que se debe enfrentar: costes legales, notario, registros y otros tributos por el solo hecho de abrir un negocio, cuando todavía no ha ingresado ni un solo euro. Y cuando pone por fin en marcha la maquinaria, este debe someterse a una legislación poco protectora con el autónomo, desamparo frente a los impagos, deudores, justicia, obligaciones fiscales y otras mandangas que no ayudan en absoluto a incentivar la creación de microempresas ni de empleo. Así nos va. Hemos convertido nuestro país en un lugar donde el verdadero éxito es conseguir una oposición a funcionario. Y esto es lo que tenemos, que el 75% de los jóvenes prefieren ser trabajadores en la administración pública que montar su propia empresa.
Sí, España es uno de los mejores lugares del mundo para vivir. Nuestro clima, gastronomía, historia y por supuesto, nuestra simpatía autóctona hacen de nuestro país un lugar muy especial. Pero todavía hay mucho camino que recorrer si queremos fortalecer nuestro tejido industrial más pequeño y diseminado que tenemos, fundamental en nuestra economía nacional: Los más de tres millones de pequeños empresarios/as que cada día luchan por sostener y preservar su trabajo y la de sus empleados y empleadas. A sus señorías habrían que recomendarles que antes de entrar en política, se aventuraran a montar su propia microempresa para conocer de lo que estamos hablando. Seguro que algunas cosas cambiarían a mejor para todos.