Por José Luis Fernández Rodrigo, periodista
Hay un ejercicio mental muy sano -al menos a mí me la parece- que consiste en preguntarse uno a sí mismo porqué te gustan ciertas cosas y otras no tanto. En la música, la literatura y, sobre todo, porque se me antoja más sencillo, en el cine.
En mi caso, que no tiene que valer para todos, he llegado a la conclusión que una razón fundamental para que en el cine me lo pase de cine es que el guión sea verosímil, que me lo pueda creer. No se trata de una obsesión por el realismo, de hecho, me encandila con frecuencia el género de la ciencia ficción. Pero, en cualquier caso, películas de ficción tan distintas como “Forrest Gump” o “Blade Runner”, por poner dos ejemplos conocidos por la mayoría, creo que tienen el mérito de narrar historias imposibles que, al mismo tiempo, encajan en lo factible, en la lógica… podrían ocurrir, por un cúmulo de casualidades.
En cambio, me desencantan otras muchas que en apariencia relatan situaciones cotidianas, menos extraordinarias y, sin embargo, que no me creo. Cómo no rendirse a la calidad de un western como “Sin piedad”, con el maestro Clint Eastwood parodiando a su personaje arquetipo de duro del Oeste de puntería infalible y rapidez sin rival, que en esta cinta se presenta como viejo, lento, torpe… si hasta le tiene que preguntar a su compañero si ha acertado el tiro de escopeta, porque ni con gafas ve con claridad su objetivo. Pues aun disfrutando de esta originalidad en una producción memorable rompiendo esquemas, me deja frío el final que nada tiene que ver con el resto del film. En mi modesta opinión, una lástima caer en un desenlace tan tópico del bueno que los mata a todos con una velocidad y reflejos de superhombre. Ese desenlace tan tópico de Hollywood era para otra película.
Ahora mismo hay en cartelera un estreno que adolece de ese problema, “El mediador” (“Blacklight” en el título original), con otro gigante de la pantalla, Liam Neeson. Habría quedado razonablemente redondo si no fuera por un final absurdo e inverosímil, después de un planteamiento sólido y un desarrollo con alicientes (incluidas sendas persecuciones de coches intensas con un Dodge Challenger y un Porsche 944, nada menos). No voy a hacer spoiler, aparte de estos detalles mecánicos, pero solo destriparé que si presentas a un personaje como una de las personas más poderosas del planeta y con las máximas protecciones y seguridad en su entorno, no puedes unos minutos después mostrarlo sometido con total facilidad por un solo hombre, sin esfuerzo y suplantando a su chófer.