Por J. J, Fernández Cano, escritor
Cuando irumpió la infame pandemia que nos puso contra las cuerdas, eclipsó una larga serie de problemas muy graves de difícil solución, como la salvaje contaminación del medio ambiente (un camino que amenaza ser de difícil retorno), el imparable río de hambrientos que cruzan el Mediterráneo (sepultura para muchos de ellos) y algo que nos afecta muy en lo vivo a los españoles: los graves problemas que viene sufriendo el sector agropecuario y el sombrío panorama que se vislumbra ante el futuro de las prestaciones por jubilación: las pensiones.
Lo de que la agricultura ya no da para vivir no es un rumor más o menos fundado, sino que se puede demostrar con hechos y números que a los agricultores de medio pelo, me refiero a los autónomos y pequeños empresarios, no les salen las cuentas ni a la de tres, su supervivencia no depende ya sólo de la bondad de las condiciones meteorológicas, sino de las veleidades del mercado, controlado, cada vez de forma más descarada e injusta, por los dioses de la economía mundial, sí, los que gobiernan a los gobiernos; ustedes ya me entienden.
Y en cuanto a las pensiones, soporte y amparo de trabajadores y trabajadoras que les haga más llevadero, al menos en lo económico, el recorrido de esa recta final de la vida llena de curvas peligrosas, nos lo vienen pintando desde hace tiempo como un callejón sin salida: no va a dar la vaca leche suficiente para mantener a tanto viejo y vieja; al parecer somos demasiados, y eso que en estos crueles tiempos de pandemia hemos sufrido una importante tala de miles de ellos causada por la desidia y abandono en infinidad de centros geriátricos, así como por las deficiencias y masificación en la llamada Sanidad primaria.
Se anuncian propuestas tan brillantes como retrasar la edad de jubilación unos años, lo cual, a mi juicio, supondría una completa incongruencia, ya que, aún contando con el abuelo o abuela que pase de los 65 tacos -y teniendo en cuenta el tipo de trabajo que haya desempeñado a lo largo de su vida laboral- siempre cargará con las limitaciones propias de la edad, por lo que difícilmente resultará rentable para el empresario que lo contrate. Por mucha experiencia que haya acumulado a lo largo de su vida, en la juventud está el vigor y la esperanza.
Y si a lo expuesto añadimos que en nuestro país somos líderes en paro juvenil, pues... saquen ustedes sus cuentas.