Cerca de cinco millones de ciudadanos ucranianos tuvieron que salir huyendo de su país, hace ahora justo un año, para ponerse a salvo de la guerra que acababa de estallar y unos pocos de estos refugiados llegaron hasta esta comarca, animados por otros compatriotas, afincados principalmente en Ibi y Onil, y por la solidaridad de la gente, que les ofrecieron su ayuda y sus casas.
Después de un año, la mayoría todavía sigue viviendo aquí, con la esperanza de poder regresar pronto a su tierra.
Iryna Zhuravkevych es una de ellas. Tiene 31 años y llegó a Ibi en marzo del pasado año con su hijo de seis años. Hace poco también se ha venido a vivir con ellos su madre, pero su marido continúa en Kiev, porque se mantiene la prohibición para los hombres de abandonar el país. Nos cuenta que trabaja en una empresa de informática y colabora con el ejército de su país en el manejo de drones.
“Estuvimos con él durante dos semanas en octubre y fue una experiencia muy extraña porque se vive bajo una amenaza y peligro constante ya que las sirenas suenan todo el rato. Los niños están en clase y tienen que ir a los refugios y todos llevan una pulsera con sus datos y grupo sanguíneo”. Iryna lo cuenta con los ojos aterrorizados al recordar esa imagen y asegura que no quiere que su hijo pase por eso. Por ello, pese a las ganas que tiene de volver a su país y a su casa, se quedará en Ibi hasta que el regreso sea seguro.
Dificultades para trabajar
El censo municipal registra a 57 ucranianos empadronados, pero son unos 30 los refugiados que salieron de su país por culpa de la guerra y residen actualmente en Ibi, según nos cuenta Iryna. La mayoría son mujeres y niños, y el grupo de entre 26 y 40 años es el más numeroso. También hay varios residentes entre los 50 y 60 años y el resto son niños y niñas, que están escolarizados.
Ha transcurrido un año y el acceso al mundo laboral sigue siendo muy complicado, “principalmente por el idioma”, explica Iryna. “Todos quieren trabajar, son muy buenas personas, pero a los mayores les cuesta más aprender”, relata; por esta razón, los que trabajan son los jóvenes porque aprenden más rápido el idioma. Aún así, solo cinco de este grupo de treinta refugiados tiene empleo actualmente y este ha sido el motivo de que este verano una familia de seis personas decidiera regresar a Ucrania “porque solo podía trabajar uno de ellos y no era suficiente para mantener a todos”, señala.
Iryna habla perfectamente español e inglés, una circunstancia que le ha facilitado un poco las cosas.
Cuando llegó a Ibi se puso a trabajar en la Ciudad de la Luz como intérprete de los refugiados que iban llegando. Después, dio clases de español y ahora trabaja en R2 Innovación, una cooperativa ibense dedicada al desarrollo de proyectos de impacto social, medioambiental, cultural y educativo, en el área internacional por su dominio del inglés. Mientras residan en nuestro país, todos los refugiados disponen de una tarjeta, parecida a un DNI, que les proporciona legalidad y permiso para trabajar, acceder a la sanidad pública y a la educación; una protección que deben renovar cada año y que, de momento, está en vigencia hasta marzo de 2024.
Pocas ayudas económicas
Otra cuestión diferente son las ayudas económicas. Iryna explica que aquí es difícil recibir este tipo de ayudas;?sin embargo, no tiene suficientes palabras de agradecimiento cuando habla de Cáritas, donde les proporcionan alimentos, ropa, butano y zapatos para los niños, comenta.
Para los que no cuentan con ningún ingreso o muy escasos, desde Servicios Sociales sí les ayudan en los gastos de alquiler, luz y agua, principalmente, puesto que la mayoría ya ha dejado de compartir casas con los vecinos que les acogieron y ya vive de forma independiente, realizando trabajos de limpieza y cuidado de personas mayores para salir adelante.
Les vendría muy bien la ayuda de 400 euros que ha anunciado el Gobierno pero, a diferencia de otras comunidades autónomas, la Generalitat Valenciana todavía no ha regulado su trámite “y no la podemos pedir’. Por eso, añade, “muchos refugiados se han ido a Alemania y Polonia, porque allí dan muchas ayudas”.
Mucha solidaridad
Pese a las dificultades y la enorme tristeza que les provoca esta situación, Iryna expresa en nombre de todos el enorme agradecimiento que sienten porque “la gente de aquí es buenísima y nos demuestra mucha solidaridad”.
Entre sus principales preocupaciones se encuentra el bienestar de sus hijos y aunque, como dice, “los niños son esponjas”, refiriéndose a la facilidad para aprender el idioma, la adaptación y convivencia no ha sido fácil. Su hijo, por ejemplo, ha necesitado mucho trabajo de los tutores y psicólogo del colegio para conseguirlo. “Ahora ya está bien y tiene amigos”.
Mientras transcurre el tiempo esperando que la guerra, por fin, finalice y puedan regresar, conviven y siguen pendientes de sus familias, amigos y compatriotas ayudándoles desde aquí en todo lo que pueden.
Onil cierra el local social
La historia de los refugiados ucranianos residentes en Onil es parecida y, tal y como explica Iryna, se conocen y mantienen relación. Sin embargo, de la actividad que desplegaron Cristóbal Simón y Javier Navas, los dos jóvenes colivencs que liderando una iniciativa particular de voluntarios para acoger a refugiados, ya no queda nada.
Crearon un sistema informático para gestionar las camas disponibles entre las familias de acogida y en Onil hubo quince familias que se ofrecieron. Como sucede en Ibi, algunos refugiados ya viven por su cuenta y el gran hándicap sigue siendo encontrar un trabajo estable. Según Cristóbal Simón, este ha sido el principal problema y la causa del deterioro de la convivencia con las familias locales.
En cuanto al local social que pusieron en marcha en el antiguo bar La Bolera (Onil), cedido por su propietaria, se ha cerrado definitivamente. Allí se impartían clases de español, se organizaban juegos para los niños y servía de lugar de recogida de ayuda humanitaria para las familias, pero las discrepancias entre ambos han dado al traste con esta iniciativa, que tuvo una gran resonancia en su momento.
Pese a ello y al desencanto que transmiten sus palabras, Simón sigue prestando su opoyo, ya que hace solo una semana “ha llegado una familia a Onil y están viviendo, de momento, en mi casa”.
Les deseo lo mejor a la gente Ucraniana, que esten aqui el tiempo necesario y que se les ayude para tener al menos unas condiciones dignas... En caso de una III Mundial no lucharia ni por España ni por la Otan no he jurado bandera ni la jurare. Me iria a Mexico sin pensarlo dos veces y alli España no tiene jurisdiccion es un buen destino donde los españoles de paz podriamos vivir sin problemas... tomando unos burritos con una Coronita alli me encontrarian.
Tambien podria ser en Ecuador, Colombia, Chile, Bolivia, Peru, la Argentina, Brasil, Nicaragua etc...pero Mexico no tiene una buena relacion con España o lo que es lo mismo no te podrian buscar...
No se sabe lo que pasara pero Rusia sola esta librando una guerra con la OTAN practicamente y no se que pensaran ustedes pero creo que ahora esta mejor que al principio han corregido cosas errores y no se la ve derrotada estan trabajando en economia de guerra 24 7 por semana, ganaron la II mundial. Creo que no es posible ganarles son de hierro.....