Por José Luis Fernández Rodrigo, periodista
En la polémica por la ganadería intensiva hay muchas cosas que huelen mal, no solo el estiércol que generan, tan contaminante para quienes las tienen cerca. Lo primero que apesta es la campaña de bulos, desinformación e intoxicaciones que han espoleado unos cuantos que llevan meses dedicados en exclusiva a convencernos a todos de que la mayoría de españoles se equivocó en las últimas elecciones. Ya lo dijo el genial literato -y lamentable ideólogo- Mario Vargas Llosa: “Lo importante no es que haya libertad en unas elecciones, sino votar bien”. ¿Y quién decide cuáles son las papeletas correctas? En nuestra historia reciente, hay infinidad de ejemplos de quienes sabían qué era lo que más conviene al pueblo y por eso montaban ¿elecciones? con un solo partido, para ahorrarnos la molestia de pensar: Franco, Fidel Castro, Stalin, Pinochet… (puede completar usted mismo la lista, y ponerlos en el orden que quiera, quitando las banderas y el merchandising, que dicen ahora, se parecen todos bastante).
La que se ha montado en el asalto al Ayuntamiento de Lorca parece un síntoma peligroso de lo que puede ocurrir cuando se calienta a las masas con mentiras. Uno de los propios manifestantes (bueno, es una forma de definirlos) ha admitido que le habían tomado el pelo, que le dijeron que iban a cerrar sus granjas sin distinción, cuando en realidad lo que la mayoría de la Corporación municipal, es decir, los representantes elegidos democráticamente por el pueblo, querían aprobar era no dar más licencias para otras explotaciones grandes y alejarlas de la población, que se respeten ciertas distancias prudenciales para preservar la salud de la gente.
En esencia, la misma filosofía por la que llevaron al paredón al ministro Alberto Garzón, que en unos pocos años va a venir por obligación desde Bruselas ordenada por Europa.
George Orwell escribió hace ya muchas décadas “Rebelión en la granja”, una genial fábula en la que los animales viven una revolución para acabar con las desigualdades. El escritor quiso parodiar los resultados de la revolución rusa, con la célebre frase conclusión final: “Todos los animales somos iguales, pero unos somos más iguales que otros”. Diseccionaba así las vergüenzas y el timo que representó aquel régimen soviético con una oligarquía igual de sanguinaria y clasista que la franquista o la hitleriana.
Pues ahora en esta “rebelión de las granjas” tenemos a unos supuestos “liberales” que en nombre del mercado y de que la industria debe prosperar a cualquier precio y de forma incondicional, sin cortapisas ni límites, engañan al pueblo como hacían los bolcheviques para llegar al poder. Y si hace falta azuzar en redes sociales para la toma del Ayuntamiento a las bravas, pues se hace. Todo, eso sí, “en defensa del sector cárnico español, que produce la carne de más calidad del mundo”.