La maldad de las redes sociales convierte cualquier bulo en una noticia aparentemente veraz. Es lo que tiene las nuevas formas de comunicación que han trasladado los chismes o parloteos que antes circulaban solo por verdulerías, panaderías o en la plaza del pueblo, a los grupos de conversación de las redes sociales donde cualquier usuario o miembro puede opinar libremente. Es la era digital y en ella cabe casi todo y, guste o no, debemos acostumbrar a nuestra psique a ello. A pesar de que en estos espacios de opinión libre se viertan falacias de todo tipo, es indudable que ahora es extraordinariamente más fácil divulgar una buena idea con inmediatez, someter cualquier noticia al escrutinio público sin censuras o universalizar la información periodística como nunca antes había sucedido. Pues bien, uno de los últimos fake news divulgados por algún malintencionado gestor de contenidos ha puesto en la picota el viaje que la Ministra Irene Montero y su séquito de consejeras hicieron a Nueva York hace unos días. Los ‘malvados’ que tomaron a la mujer de Pablo Iglesias como rehén de sus fechorías, difundieron la idea de que esta y sus acompañantes viajaron en el avión Falcon sin que la visita fuera oficial. Y además, que desde la presidencia del Gobierno de Pedro Sánchez, se considerara este viaje como “no oficial”. La patraña tenía objetivo desgastar a los socios de gobierno y de paso, embarrullar la ya complicada relación PSOE-UP.
La expedición del Ministerio de Igualdad, que fue expuesta en la agenda del gobierno, con comunicado oficial y divulgada en distintas plataformas, no deja ninguna duda de que este viaje fue absolutamente correcto desde el punto de vista legal. Hasta aquí todo bien. Lo que ya no aparenta ser tan apropiado ha sido el álbum de fotos captando momentos donde Montero y su séquito posaban felices y despreocupadas en las opulentas avenidas neoyorquinas. No parece la mejor muestra de continencia y ejemplaridad que ha de exigírsele a un representante público en momento tan sensible como el actual. Esta demostración –aplaudida por algún palmero sindical– de glamour gubernamental español, parodójicamente en el centro del capitalismo mundial, bien podían haberlo guardado para sus viajes más íntimos y personales. Máxime cuando se trata de un ministerio donde el término que lo define abandera el objetivo único y central de su existencia. Por favor, la próxima vez que lo hagan, ahórrense el reportaje para mayor serenidad y paz de los que pagan sus emolumentos.