Hemos llegado al ecuador estival y la sensación agridulce se palpa en el aire desde hace semanas. A final del mes de mayo todos pensábamos que este verano iba a ser el adiós definitivo a esta pesadilla llamada Covid-19. Los mensajes de las máximas autoridades sanitarias de euforia y falso optimismo, tónica habitual durante este tiempo, han vuelto a estamparse de bruces con la cruda la realidad. Y es que a pesar de que la mayoría del personal siente el deseo de olvidar esta dura etapa y de volver a la normalidad más normal del mundo, lo cierto es que las estadísticas y los datos nos devuelven a un presente donde la pandemia se sigue colando todos los días en nuestras rutinas más cotidianas.
Ahora más si cabe, cuando en muchos lugares, cada vez más, es obligado presentar una credencial que acredite estar vacunado para acceder a según qué sitios. Esta medida, que parece sacada de una novela de Aldous Huxley, están generando discrepancia en distintos sectores de la población que ven esta nueva normativa una forma más de control y sectarismo. Todo es opinable, pero los hechos a los que nos enfrentamos superan cualquier debate ético sobre si es moral censurar la admisión a determinados establecimientos a quien no tenga su pauta anticovid finalizada.
Si hay algo que debemos haber aprendido con este bicho, que ha pillado a toda la humanidad con el pie cambiado, es que no tiene normas, ni ética, ni conoce razas, religiones ni milita en ningún partido político, aunque algunos se esfuercen en pensar y difundir lo contrario. Lo único que el Sars-Cov 2 sabe hacer es contagiar, y cuanto más rápido mejor. Es indiferente que el virus sea natural o haya sido creado en una probeta de laboratorio por algún científico descerebrado o vaya usted a saber. Ya habrá tiempo para discernir cuál fue el origen y por qué. Ahora hay que actuar de la forma más eficiente, colectiva y responsable para vencer esta nueva guerra del siglo XXI. Ya habrá tiempo para analizar qué se hizo bien o mal, qué libertades se coartaron y cuáles no, nos podremos manifestar por cómo se gestionó esta crisis, pedir dimisiones o responsablidades penales. Pero la única receta eficaz ahora es que todos debemos remar en la misma dirección porque en caso contrario seguiremos subidos en una ola tras otra hasta que este santo virus quiera.
Esta semana, Escaparate arroja un dato que va en la buena dirección y aleja la retorcida idea de que los jóvenes son en su mayoría negacionistas. En el vacunódromo de Ibi, cerca del 90% pacientes de entre 25 y 29 años ya tienen la primera dosis. Una buena noticia que este periódico desvela justo antes del merecido descanso de esta redacción. Seguiremos informando a través de nuestras plataformas digitales de todo lo que acontezca en nuestra comarca, acercando las noticias a nuestros lectores y con la firme apuesta por un periodismo de proximidad, plural y riguroso, con todo lo que ello conlleva.
Feliz verano a todos.