Por José Luis Fernández Rodrigo, periodista
Uno de los últimos debates encendidos ha puesto en la picota a varios youtubers que se han mudado a Andorra para pagar mucho menos al fisco, sin ninguna otra motivación más noble, por decirlo así. También ha surgido la reacción de quienes se han alineado con ellos y han defendido su gesto, más que nada, por aquello de sentirse identificados y pensar “yo haría lo mismo, si ganara tanto dinero”.
Como casi siempre, unos y otros tienen su parte de razón y -a mi entender- también son un poco injustos todos. De entrada, cada cual es muy libre de vivir donde le dé la gana y por el motivo que mejor le parezca. Faltaría más.
Pagar un 20% o un 25% de tus ganancias como impuestos para contribuir a los gastos comunes, a nuestros valiosos Servicios Públicos (con mayúscula), no debería cuestionarse. Ahora, eso de ir incrementando la cuota para quienes tengan más ingresos... “Que pague más, quien más tiene”, no es equitativo, por más que desde la izquierda se empeñen en repetirlo. Un porcentaje fijo ya entraña que quienes tienen más ingresos van a tributar más y no hace falta ser un lumbrera de las Matemáticas para entenderlo: el 25% de las fortunas (obscenas) que le pagan a Messi, por ejemplo, será siempre un pastizal y mucho más dinero que el 25% de mi remuneración de autónomo o de su nómina, amigo lector.
Por principios de justicia, paguemos todos un mismo tanto por cien y nadie se sentirá agraviado. La única excepción hay que mantenerla por abajo, que quienes no consiguen un mínimo de ingresos estén exentos ante Hacienda... y darles un trabajo, aunque eso ya es otro debate.
Aparte de esa razón que ya debería bastar -la equidad- hay que ser práctico y darse cuenta de que al elevar la presión fiscal por encima del 30%, el 40% o incluso más, lo único que se consigue es precisamente lo contrario de lo que se pretende: recaudar menos. Cuando el sistema se convierte en confiscatorio, se impone el “sálvese quien pueda” y, además, quienes cuentan con más recursos económicos contratan a los mejores asesores para defraudar. Los datos cantan: las grandes empresas pagan de media un 3% de sus beneficios y la banca/seguros el 2%. ¿De qué sirve entonces legislar esos porcentajes fuera de toda realidad por encima del 30%, como tenemos estipulados al menos sobre el papel?
Olvidémonos de una vez de ese falso espíritu de Robin Hood de quitar el dinero a los ricos para dárselo a los pobres. La vida real no es de buenos y malos, somos todos regulares, por decirlo toscamente. Ese 25% de recaudación de verdad nos resultaría mucho más rentable a todos. Y a quien le vayan muy bien las cosas, un aplauso y que disfrute de su 75%, en lugar de que se vaya a un paraíso fiscal para quedárselo todo, egoístamente.